Se aboga por educación sexual en la escuela, de acuerdo con la edad de niños y adolescentes, incluso en catequesis, ante los peligros que enfrenta la familia. Los padres deben supervisar.
Por Elizabeth Muñoz de Lao
La familia es un reducto de calor en un mundo helado. Dios hace lo suyo y los padres deben hacer lo que corresponde para hacer de los hijos hombres y mujeres de bien. Así, las familias caminan como Dios quiere.
Esa es la premisa que debe regir en la sociedad para que sea sana, y en la que se basan Rutilio Pérez y Candelaria Montes de Pérez, presidentes nacionales del Movimiento Familiar Cristiano de Panamá.
Pero lo cierto es que hay amenazas y peligros reales que se ciernen sobre la familia de hoy.
En eso está muy claro monseñor Rafael Valdivieso, obispo de Chitré y presidente de la Conferencia Episcopal Panameña, quien aduce que, a lo largo de la historia, la familia ha sido muy atacada, lastimada, sobre todo cuando se trata de imponer una ideología de género que atenta contra el núcleo familiar, contra la vida, los hijos, es decir, todo lo que tiene un valor fundamental.
Lo mismo sostiene Gloria Grifo de Rodríguez, miembro de la Alianza Panameña por la Vida y la Familia. “Los peligros más graves que se ciernen contra la familia comienza por los organismos internacionales que están promoviendo el “derecho de los menores de edad” frente a la autoridad paterna. Estos organismos pretenden imponer que los Estados tienen más autoridad sobre los hijos, por encima de sus padres”, resaltó.
En contraposición, monseñor sostiene que cuando se vive el ambiente familiar en el amor, la paternidad, la maternidad, la responsabilidad, el cariño, el diálogo, la ternura, en la corrección, en todos los aspectos de una auténtica familia, se van formando buenos seres humanos. Son ciudadanos auténticos, creyentes cristianos consagrados. Todo ser humano alcanza su riqueza cuando la familia vive sus valores y en esta convivencia, cada uno juega su papel.
En tanto, Grifo de Rodríguez apunta a que los padres deben enfrentar estas amenazas estando muy pendientes de sus obligaciones, como advertir a los niños sobre los peligros que se ciernen sobre ellos y conocer el tipo de educación que están dando los colegios. Además, estar muy pendientes de con quien se comunican y el tipo de información que reciben en sus celulares.
Por otro lado, a monseñor le preocupa mucho ese término de “mente abierta”. “Cuando se habla de mente abierta, muchas de estas ideologías, más que fundamentarse en aspectos científicos, biológicos o en la antropología desde los diversos campos de la ciencia, se fundamenta es en pensar que uno es lo que siente que es. No se busca una orientación científica clara, no de lo que piensa alguien o lo que cree, sino de lo que científicamente es la persona; lo que objetivamente es el ser humano, el hombre, la mujer, el matrimonio y todos los aspectos relacionados con la sexualidad, con su genitalidad”, destacó.
Al crecer en la verdad absoluta de la vida del hombre, de la mujer, de la paternidad, del matrimonio, en esa verdad objetiva, desde la razón, la ciencia, la lógica y la fe, el ser humano alcanza su plenitud, expresó.
Cuando dicen “mente abierta”, más bien se cierran a una visión realmente abierta, amplia, de lo que es la vida, de lo que es el ser humano, de todo lo que integra su humanidad y todos los aspectos que componen su afectividad, su sexualidad, su dimensión relacional, en función de su vida personal.
Tecnología y precaución
La tecnología es un elemento que caló en las familias para quedarse, pero, así como es útil, también puede ser peligrosa.
Sobre el tema, el obispo manda un mensaje: “Creo que los padres deben estar claros de que, así como en otros tiempos, los peligros más grandes de los muchachos estaban en la calle, hoy en día, quizá el peligro más grande está dentro de la casa, en el internet, en las redes, en el celular de los hijos, en su computadora, en su tablet”, advirtió.
Y no es que la tecnología sea mala, aclaró. La tecnología no piensa ni decide, es una herramienta que debe saber usarse porque hay una corriente fuerte de ideas, pensamientos y situaciones que, más que ayudar, lo que hacen es confundir y enredar la vida de muchas personas. Tener acceso a ese universo del internet, siempre puede ser un peligro. Pero es una ayuda cuando se usa para educar, informarse o confirmar alguna noticia o pensamiento, señaló.
En tanto, los esposos Pérez resaltan que la tecnología irrumpe en el seno familiar y muchas veces deterioran la relación entre los miembros. Incluso, es peligroso si no hay normas y supervisión en el hogar. “Eso no se está practicando y somos permisivos con los hijos”, advirtieron.
Educación sexual
“Creo que sí es necesaria, es urgente, una educación sexual que parta desde ese conocimiento auténtico de la sexualidad como expresión más plena y auténtica del amor”, sustentó.
Esto debe hacerse desde pequeños y con el lenguaje propio en cada etapa de la vida, en la niñez, la adolescencia. Que, en ese proceso educativo, el niño vaya comprendiendo que la sexualidad jamás puede ir desligada del amor, de la capacidad de amar, de entregar la vida, el alma, a esa persona que se ama, especialmente a través del matrimonio, del compromiso. Destacó que es importante guiar también dentro de la catequesis.
“Me inclino muchísimo de que sea algo que se pueda impartir en los colegios. El papa Juan Pablo II decía que los primeros responsables de la educación sexual son los padres y, por lo tanto, ellos deben velar por que así sea”, resaltó.
Enfatizó en que, primero hay que entender lo que es la sexualidad, la identidad del hombre y de la mujer, la afectividad. “Se ha asumido una educación sexual con ideologías que tienden a enredar, y lo más grave y delicado, tienden a imponerse en los muchachos, destrozándoles la vida, su identidad, confundiéndolos totalmente”.
Grifo de Rodríguez, por su parte, resaltó que se pretende enseñar en las escuelas primarias la “educación sexual” que incluye la ideología de género, dedicada a distorsionar la orientación sexual de los niños; el “derecho al aborto” en menores, cambio de sexo sin que sus padres se enteren. Eso se está viendo en otras latitudes, pero en Panamá no han tenido cabida.
Lo positivo y negativo
Por su parte, los esposos Pérez consideran que, como pastoral de la Iglesia, hay que ver los aspectos positivos y negativos que inciden en cada familia.
La elevación o decadencia depende de las costumbres, principios y moralidad de sus miembros, elementos básicos para tener una sociedad que enaltezca al ciudadano.
Y basados en esos principios, hay valores. En Panamá, la familia tiende a ser solidaria, como se ha visto en las catástrofes, y eso es un valor.
La hospitalidad es otro aspecto positivo en la familia. No se ha olvidado esa unidad familiar cuando papá y mamá están dentro del entorno, y ese núcleo se mantiene cuando los abuelos acompañan en el crecimiento de los hijos.
Los padres responsables tratan de darles a sus vástagos el estudio, la alimentación, vivienda y vestido, y ese es otro valor de la familia panameña.
“Somos muy dados a ver lo negativo”, señalaron, pero la familia en Panamá, aunque adolece de muchas cosas, la solidaridad, hospitalidad y la unión familiar, siguen contribuyendo al desarrollo del país, destacaron Rutilio y Candelaria.
En cuanto a lo negativo, hay aumentos de divorcios, el uso de drogas, violencia intrafamiliar, femicidios, problemas de ansiedad, de depresión y, de ahí, los suicidios.
“También los patrones familiares de consumo influyen negativamente, porque somos muy dados a darles a los hijos lo que no tuvimos, pero a veces por querer darles lo mejor, entonces exigen”, recalcaron.