De la mano de María, estas cuatro madres trabajan para el Señor, luchan por el sostenimiento de su hogar, transmiten a sus hijos el amor por el prójimo y, por si fuera poco, los educan para que sean profesionales. Para ellas, rendirse no es una opción. Dedican a sus hijos tiempo de calidad y también son ejemplo mientras hacen camino al andar.
Por Elizabeth Muñoz de Lao
El 8 de diciembre, Panamá celebra el Día de la Madre, en honor a la Inmaculada Concepción de María, dogma de la Iglesia que proclamó que nuestra reina y madre estuvo libre del pecado original desde su concepción.
Desde esa perspectiva lo celebra Xeneida White, una joven madre que se interesó por aprender repostería… comer más bien, dice entre risas, para ayudar a llevar el sustento a su hogar. “A la gente le gustaban mis creaciones y me preguntaban el precio”, fue cuando decidió ser una emprendedora.
Tomó cursos de repostería en el INADHE, y continúa haciéndolo, hasta dominar diversas técnicas de elaboración y decoración de dulces.
Con el tiempo, llegó otro desafío: enseñar. Se arriesgó y, de la mano de la Iglesia, hoy es chef instructora de Cáritas Arquidiocesana.
Y llegó un regalo revestido de amor: una niña que la estrenó como madre hace nueve meses.
No es extraño verla decorando un dulce y, a su lado, la bebé tomando su leche. De hecho, la niña estuvo en la graduación del curso de dulces de Navidad que dictó su mamá, en la parroquia Santa María La Antigua de Betania.
Su día comienza muy temprano, pues tiene que hacerle los ejercicios de estimulación a Saori (así se llama su bebé); preparar el desayuno, los alimentos de la niña, amén de los oficios. Prepara todo para trabajar en su negocio y su esposo Mario, la ayuda al igual que su familia.
En esta época en que se acerca la Navidad, dicta cursos para la elaboración de roscas con almendras, dulces navideños, galletas, dulces fríos, entre otros postres, a fin de que sus aprendices puedan comercializar sus productos para lograr ingresos.
Ella estudió Administración Marítima y Portuaria, pero no encontró empleo en su área de estudio. Eso no la amedrentó. Con la fe puesta en Dios, se reinventó, se preparó, y hoy es una madre que solo espera ser un ejemplo para su hija, a quien podrá decirle mañana que rendirse no es una opción, siempre y cuando la fe la acompañe.
A lo panameño…
Rosa Serrano es otra madre de fe, cuyo emprendimiento ha dado frutos: su hija ya estudia en la universidad.

Se dedica a elaborar comidas panameñas, como tamalitos de olla, tamales, arroz con pollo, ensalada de papas, y otras comidas típicas. Su esposo, que no tiene trabajo fijo, la ayuda.
Mientras tanto, su hija mercadea y promueve sus viandas en las redes sociales que, en Instagram es: maizysal.
Pero esta madre luchadora también optó por tomar el curso de repostería con la chef Xeneida.
Así puede complementar su oferta y ampliar sus posibilidades de mejorar la economía de su hogar, que le permitirán ver su sueño cumplido de hacer de su hija una profesional.
Madre y misionera
Raquel de Álvarez es misionera en la iglesia Nuestra Señora del Rosario. Para ella, la base para organizar su vida siendo una madre comprometida con su familia y con su Iglesia, es programarse y ser una persona prudente en lo que se propone.
“Mis hijos están grandes y ya no viven conmigo, pero tengo un deber con mi esposo y programar mi vida de Iglesia”, señala esta mujer que irradia fortaleza espiritual.
En la Pastoral Social se dedica a distribuir desayunos a las madres con sus hijos que llegan a sus citas al Centro de Salud de Torrijos Carter.
Los martes tiene otra tarea: misionar. Ella visita y acompaña a personas necesitadas que tiene previamente enlistadas, además de llevar a los enfermos al centro de salud.
“La organización en la vida de una persona comprometida con su hogar y su iglesia, es la base para cumplir con su misión”, expresa Raquel, quien puso en práctica esta premisa en la crianza de sus hijos.
Cuando eran niños y adolescentes y debía ir a misionar, les dejaba escritas en la puerta de la refrigeradora las tareas que cada uno tenía que realizar. Cuando regresaba, se cercioraba de que las habían cumplido.
Hoy, ya tiene nietos, que no viven con ella, pero que les dedica, igual que hizo con sus hijos, calidad de tiempo, lo que fortalece el amor familiar y el compartir.

“Mamá, vaya a su misión”
Aurora Valencia también es misionera en Torrijos Carter, sagrada labor con la que espera darles un ejemplo a sus hijos.
“Esta misión es importante porque hay mucha gente que necesita de acompañamiento”, sostiene. En su hogar, como madre, ha logrado que tanto su esposo como sus hijos, se interesen por ese trabajo que ella hace para Dios.
Tiene dos hijos y un nieto, que ella cuida, porque una madre nunca tiene vacaciones. Ella comparte su tiempo entre su trabajo para el Señor y su labor como el pilar de su hogar y guía de sus hijos.
El más pequeño, que vive con ella, le ayuda a cuidar al nieto, mientras la anima a trabajar en la iglesia. “Mamá, vaya a su misión, que yo cuido al niño”, le dice. Eso la hace sentir que su caminar para ayudar al prójimo, se ha transmitido a sus hijos.
Hoy, como buena madre e hija, pertenece a la Legión de María.