En su encíclica, “La luz de la fe”, el Papa Francisco explica que la fe está conectada esencialmente con la verdad. A veces parece que la fe es algo que sólo tiene que ver con los sentimientos, sin importar si está fundada en algo real, de tal manera que no es raro oír: “lo importante es creer en algo”. Pero ¿qué sucede si ese “algo” es falso? ¿sería correcto creer
en algo falso?
El hombre está llamado a perfeccionarse con la verdad, y tener falsedades en la inteligencia sería como estar enfermo de la mente.
Habría que ver si realmente hay alguien que no le importe creer falsedades. No conozco persona que le agrade que la engañen y no le digan la verdad. La fe da esa verdad al conocimiento.
Se cuenta que Aristóteles nunca mentía. En una ocasión un discípulo le preguntó por qué no mentía. El filósofo le contestó: “la mentira sólo sirve para que no te crean cuando dices la verdad”.
En efecto, lo que hace la mentira es restarle valor a nuestras palabras. Detrás de una mentira puede haber varias razones. Si se descubren sus motivos, se podrá poner remedio. El pensador Alfonso Aguiló propone varias razones, para evitarlas en nosotros y en los demás, especialmente en los hijos.
Una causa de la mentira es el temor al castigo. Habría que revisar cómo reaccionamos, pues podríamos estar provocando tal miedo que prefieren mentirnos.