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La mujer como pieza clave en el devenir de la Iglesia y la humanidad

La mujer como pieza clave en el devenir de la Iglesia y la humanidad

Este es un vistazo que permite explorar cómo la mujer ha sido eje común en diferentes momentos de la Iglesia, incluso desde el Antiguo Testamento, y que brinda una clara imagen de lo que se valora y hoy se aplaude.

 

Por Redacción

Algunos podrían ser de la opinión  que el tema Mujer en la Iglesia Católica es de reciente data. Nada más lejos de la realidad.

Mujeres prominentes en la vida de la iglesia son las figuras del Antiguo Testamento, la Virgen María y las mujeres seguidoras de Jesús en los Evangelios.

Algunas mujeres influyentes fueron teólogas, abadesas, monarcas, misioneras, místicas, mártires, científicas, enfermeras, gestoras de hospitales, educadoras y monjas, muchas de las cuales han sido canonizadas e integradas en el santoral católico.

 

Desde la semilla

Los Evangelios sugieren que Jesús rompió las convenciones al proporcionar instrucción religiosa directamente a mujeres.

Si bien los Doce Apóstoles eran todos hombres, se sabe que las mujeres eran miembros activos en la temprana propagación del cristianismo. Muchas devociones fueron comenzadas por mujeres.

Las abadesas medievales disfrutaron de influencia y poder considerable, y las mujeres religiosas han jugado una función importante en el catolicismo en conventos y abadías, y particularmente en el establecimiento de escuelas, hospitales, orfanatos y centros de devoción, y a través de institutos religiosos de monjas o hermanas como las benedictinas, las dominicas, las Hermanas de San Francisco, las Hermanas Loreto, Hermanas de la Misericordia, Hermanitas de los Pobres, Las Hermanas de San José del Sagrado Corazón, y las Misioneras de la Caridad.

La mujer, y su papel protagónico histórico, no está en discusión.

 

 

La mujer es esencialmente madre, eso no se debe soslayar.

Defensa

La Iglesia católica ha influido sobre las condiciones de la mujer de varias maneras: condenando el infanticidio, el divorcio, el incesto, la poligamia y considerando la infidelidad marital de los hombres igualmente pecaminosa que la de las mujeres. 

El tema de la mujer en las epístolas de Pablo de Tarso constituye una materia de importancia en el debate teológico, antropológico y eclesiológico contemporáneo acerca del papel de la mujer en el cristianismo primitivo y en la Iglesia, porque las epístolas paulinas auténticas, escritas apenas 20-25 años después de la muerte de Jesús de Nazaret.

A partir de la investigación de los textos estrictamente paulinos y comparando con referencias que reflejan la posición que ocupaba la mujer en la sociedad judía y romana del siglo I, surge que el apóstol san Pablo valoró el papel cualificado que desempeñaron muchas mujeres por él conocidas en el marco de las primeras comunidades cristianas.}

 

 

El pensamiento del Apóstol mostró además en qué sentido superó la distinción de los sexos, que para él quedó abolida de la misma forma que las divisiones de orden racial o social: “Ya no hay varón ni mujer, todos sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas, 3,22).

 

La Iglesia reciente

El Santo Padre que puso sobre la mesa la necesidad de una reforma eclesial, San Juan XXIII, entendió muy bien el papel y valor de la mujer en la Iglesia y la sociedad.

En un discurso que pronunció ante los participantes en el Congreso de Estudio Sobre la mujer y la vida social, en septiembre de 1961, reconoció que “el ritmo dinámico de la evolución técnica y social de estos últimos cincuenta años ha tenido también por efecto sacar a la mujer de las paredes del hogar y ponerla en contacto directo con la vida pública”.

El “Papa Bueno” dijo en esa ocasión que “es verdad que las condiciones de vida tienden a introducir la casi absoluta igualdad del hombre y la mujer. Con todo, si la igualdad de derechos, proclamada con razón, debe reconocerse en todo aquello que es propio de la persona y de la dignidad humana, de ningún modo implica igualdad de funciones”.

Esto lo decía porque “el Creador ha dado a la mujer cualidades, inclinaciones y disposiciones naturales que le son propias en diverso grado que al hombre; esto quiere decir que le han sido asignadas tareas especiales. No distinguir bien esta diversidad de las respectivas funciones del hombre y de la mujer, más aún su necesaria complementariedad, sería contra la naturaleza y se terminaría por envilecer a la mujer y quitarle el fundamento de su dignidad”.

 

San Juan Pablo II

El Papa polaco es el que ha dedicado mayor espacio en sus escritos al tema de la mujer, es quien más ha abordado distintas dimensiones de la dignidad, misión y vocación de la mujer en la sociedad y en la Iglesia de hoy.

Hay dos expresiones suyas que son significativas. Una, la que recuerda que la mujer forma parte de la estructura viviente del cristianismo; y otra, la que afirma que la feminidad pertenece al patrimonio constitutivo de la humanidad y de la misma iglesia.

Fue el quien habló de eso que llamó “Genio Femenino”, que es el conjunto de dones específicamente femeninos –comprensión, objetividad de juicio, compasión– que se manifiestan en todos los pueblos.

Por una parte, San Juan Pablo II recuerda que la mujer forma parte de la estructura viviente del cristianismo y por otra presenta la feminidad como patrimonio constitutivo de la humanidad de la Iglesia.

“Te doy gracias, mujer-consagrada, que a ejemplo de la más grande de las mujeres, la Madre de Cristo, Verbo encarnado, te abres con docilidad y fidelidad al amor de Dios, ayudando a la Iglesia y a toda la humanidad a vivir para Dios una respuesta «esponsal», que expresa maravillosamente la comunión que Él quiere establecer con su criatura, les escribe el Papa a las mujeres en 1995.

Y les agregó que “es la hora de mirar con la valentía de la memoria, y reconociendo sinceramente las responsabilidades, la larga historia de la humanidad, a la que las mujeres han contribuido no menos que los hombres, y la mayor parte de las veces en condiciones más adversas”.

 

El Papa Francisco

El Papa proveniente de Argentina considera que la mujer tiene una función específica en el cristianismo que, al igual que Juan Pablo II, remite a la figura de la Virgen María: “acoge, mantiene, se da sin medida y, así, hace visibles unas actitudes que son esenciales para la vida de la Iglesia”.

Las claves del modelo de mujer que, a la luz de la revelación, Francisco propone en su magisterio, se perciben claramente porque se concentran, en principio, en la identificación de la mujer con la madre.

Ellas, por madres, son quienes mejor visibilizan lo que significa darse sin reservas; saben testimoniar siempre, incluso en los peores momentos, la ternura, la entrega, la fuerza moral (AL 174), y, por eso, “el debilitamiento de la presencia materna con sus cualidades femeninas es un riesgo grave para nuestra tierra” (AL 173).

Así vemos que, a lo largo de la historia de la Iglesia, el papel de la mujer ha sido clave. Por supuesto que queda mucho por hacer para visibilizar más esta realidad, y darles el sitial que, con justicia, y por gracia de Dios, se han ganado.