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La Paz ¡alabado sea Jesucristo!

La Paz ¡alabado sea Jesucristo!

Simón Stock, santo inglés es quien, según la tradición de nuestra Iglesia, recibió de la Virgen María el escapulario un 16 de julio de 1251 (el 16 de julio es el día dedicado a la Madre y hermosura del Carmelo»). Los Carmelitas Descalzos Seglares celebramos este día como Solemnidad.

La historia del Monte Carmelo (“jardín de Dios”) se remonta a orígenes bíblicos, específicamente en el Primer Libro de Reyes, con el profeta Elías como protagonista.  En el siglo XII, los primeros ermitaños carmelitas vivían en las cuevas del Monte Carmelo, y le brindaban veneración a la “Señora del Lugar”, es decir a María del Monte Carmelo.

Ellos se hicieron llamar los “Hermanos de la Bienaventurada Virgen del Monte Carmelo”, nombre que causó escándalo cuando se mudaron a la Europa medieval por considerarse un irrespeto a la Madre de Jesús. En este tiempo fueron perseguidos por ser “desconocidos”.

El VI Padre General de la Orden, según antiguos documentos, fue Simón Stock, inglés.  Les insistían a Simón y los demás hermanos, que buscasen el apoyo y patrocinio en algún señor feudal, pero valientemente se negaban a este tipo de protección. Su protección venía, decía Simón, de la Madre de Jesús. Él oraba intensa y con mucho celo, pidiéndole a Dios, bajo la intercesión de María del Carmelo.

Los siervos de los feudales lucían un escapulario que identificaba a qué Señor pertenecían. Pero como los carmelitas no tenían “dueño”, usaron uno de color marrón de lana de oveja.    Pero ya en 1251, la Virgen María se le apareció, con muchos ángeles y le entregó a Simón un escapulario color marrón para demostrar que eran sus defendidos.

Luego de este acontecimiento singular, no fueron más perseguidos y el escapulario marrón de los carmelitas se convirtió en sinónimo de la consagración a María, sierva de Dios, y la protección continua de ella.

Vale destacar que el hábito de los carmelitas se distingue por su color marrón y el escapulario grande que cubre el cuerpo, por delante y reverso.  Su nombre nos indica el lugar que se pone sobre nuestros cuerpos, colgando más o menos por donde están las escápulas de nuestra anatomía.  Los laicos usamos lo que comúnmente conocemos como escapulario pequeño del Carmen.  Por esta razón, el escapulario se considera como una “miniatura” del hábito carmelita.

El Papa Emérito Benedicto XVI afirmó: “El escapulario es un signo particular de la unión con Jesús y María. Para aquellos que lo llevan constituye un signo del abandono filial y de confianza en la protección de la Virgen Inmaculada. En nuestra batalla contra el mal… nos envuelve con su manto”.

Para un Carmelita Descalzo Seglar, más que ser además un símbolo de identidad carmelita, nos recuerda esa unión filial con la Madre de Dios y su gran amor maternal.  Es mucho -excepto ser- un talismán o amuleto.  Con este sacramental recordamos las infinitas bendiciones y dones de Dios, y cómo Él nos dio a María para ser ejemplo, maestra y modelo perfecta para los cristianos.  Ella es la que nos recuerda “hagan lo que Él les diga…” para que seamos amorosamente obedientes a Dios, y que con su “hágase en mí según su palabra”, nos dice que confiemos incondicionalmente en la voluntad divina. 

Si bien, es un signo externo, más importante es lo que significa en la vida interior –otra faceta del carisma carmelita- en la cual debemos recordar a María como discípula perfecta de Jesús: con sus glorias, gozos, luces y dolores.  Con este escapulario compartimos a los demás la fe que María, como madre y hermana, nos conduce de su mano hacia Jesús Nuestro Señor, bendito y alabado sea.