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La paz es fruto de la justicia

La paz es fruto de la justicia

“Hay una situación clamorosa de injusticia que hay que corregir.  Si lo hacemos a tiempo, podemos evitar conflictos futuros”.

 

Por Mons. Oscar Mario Brown

La palabra hebrea shalòm, vertida en nuestras Biblias como paz, tiene una gran riqueza semántica, que siempre hay que valorar.  Significa salud, bienestar, buena condición, buen éxito, comodidad, paz y salvación.  El verbo shalàm significa estar completo, ileso, sano y seguro, y ser pacífico y amistoso.  El adjetivo shalèm significa íntegro, completo.  Podemos concluir que la idea general de shalòm es la de integridad, perfección y cabalidad, una realidad que no carece de nada.

Shalòm era el saludo ordinario y expresaba los buenos deseos recíprocos.  Los israelitas concebían la paz como un don de Yahvé, por eso, se convirtió en concepto teológico.  El altar de Gedeón tenía el título de “Yahvé shalòm” (Jc. 6:24), es decir, “Yahvé es la paz”.

El estado de bienestar perfecto, que la palabra designa, se identificaba con la divinidad.  Cuando uno tenía paz, estaba en perfecta y segura comunión con Yahvé. 

 

Yahvé quiere la paz para los que le sirven: “Apártate del mal y haz el bien, y siempre tendrás una casa; porque el Señor ama la justicia y no abandona a sus fieles” (Sal. 36:27-28).

 

La bendición sacerdotal invoca la paz de Yahvé sobre Israel: “Que el Señor te muestre su rostro y te conceda la paz” (Nm. 6:26), y en el salmo 122, pedimos paz para Jerusalén (v v 6-8).  Las palabras de Yahvé producen paz; y la justicia y la paz se unen, dondequiera mora la paz: En efecto, “Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos y a los que se convierten de corazón.  La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan” (Sal: 85:9-11).  En Lv. 26 3-13, se mencionan los elementos constitutivos de la paz: la lluvia, mieses abundantes, la ausencia de enemigos y animales salvajes, la presencia de Yahvé y su alianza en medio de su pueblo.  La paz está en agudo contraste con la venganza de sangre, que atrae una maldición (I Re. 2:33).

En tiempos de Jeremías, los profetas falsos profetizaban paz, falsamente (Jer. 6:14;8:11).  La paz no consiste en la mera prosperidad y el bienestar; la justicia es un componente esencial de la misma.  Donde falta la justicia, no hay paz auténtica.  Si Israel hubiese obedecido los mandamientos de Yahvé, su paz hubiese fluido como un río (Ez. 48:18).  Cuando Israel se arraigue en la justicia (Is. 54:13 s), habrá gran prosperidad, reinará la paz, y la justicia dominará (Is. 60:17).  No hay paz para el inicuo (Is. 48:22).  La paz perfecta debe llegar con la salvación mesiánica.  El Mesías es el príncipe de la paz (Is, 9:5 s).  En su reino, la paz no conocerá el ocaso.

 En el NT, la palabra eirene es la más frecuente, con el sentido de shalòm.  Era el saludo habitual en el NT.  En I Cor. 14:33, designa el buen orden y la armonía en la asamblea.  Como en el AT, la paz es fruto de la predicación y el cumplimiento del Evangelio (Ef. 6:15).  Es un don de Jesús que el mundo, cerrado a la gracia, no puede conocer (Jn. 14:27;16:33).  Se alcanza la paz por la unión con Jesucristo y la docilidad a las mociones del Espíritu Santo (Rom. 8:6; Gal 5:22).

 La paz es comunión con Dios. 

En este sentido, Jesús mismo es nuestra paz, puesto que el mismo construye la comunión con Dios y entre los hombres, por su misterio pascual (Ef. 2:14-17).  Estamos en paz con Dios, gracias a nuestro Señor Jesucristo (Rom. 5:1).  La paz es también un estado de sosiego interior y relaciones armónicas en el seno de la comunidad cristiana (Rom. 14:17).

 En la base de las guerras actuales, hay una situación clamorosa de injusticia que hay que corregir.  Si lo hacemos a tiempo, podemos evitar conflictos futuros.  Mejor es prevenir que curar.