Los catequistas hemos de saber que nuestra llamada es don gratuito de Dios, fruto de Su Amor, y que nuestra respuesta debe ir acompañada del compromiso de formarnos y hacer crecer nuestra fe, para poder transmitirla.
Todos estamos llamados a ser catequistas, desde el día de nuestro bautismo; pero la vocación para responder afirmativamente, es obra del Espíritu Santo. Muchos son los llamados, pocos los escogidos… ya habrá quien responda “yo no tengo tiempo” u otro argumento similar. Los que hemos respondido “sí” al llamado, descubriremos que nuestra vocación a ser catequista no proviene de nuestra propia voluntad, sino que es Dios quien ha tomado la iniciativa. El ser catequista es un don de Dios. Quizá se ha valido de personas o circunstancias específicas; pero, en el fondo, es Dios quien nos ha llamado, no por nuestros méritos o cualidades humanas, sino por su bondad y amor. Sin embargo, este don se complementa con el esfuerzo humano por parte del catequista, que acude a recibir formación y procura la madurez de su fe, para poder transmitirla y contagiarla a los catequizandos.
Por otro lado, dentro de los ministerios con los cuales la Iglesia lleva a cabo su misión evangelizadora, el ministerio de la catequesis es fundamental para el crecimiento de la fe. Además de introducir a la fe, junto con el ministerio litúrgico, engendra a los hijos de Dios dentro de la Iglesia. Por lo tanto, la vocación específica del catequista tiene su raíz en la vocación común del pueblo de Dios, llamado a servir al plan salvífico de Dios en favor de la humanidad. (DC 110)
La catequesis, junto con la liturgia, engendran a los hijos de Dios dentro de la Iglesia.
En el ejercicio de nuestra misión, los catequistas experimentamos la alegría de la misión, pero también puede surgir el cansancio y la fatiga, o la tentación de abandonar. Es entonces cuando necesitamos renovar en nuestro interior la llamada del Señor, nutrir nuestro espíritu para escuchar la voz de Dios que insiste en que permanezcamos fieles. Y, en medio de las dudas y el cansancio, continuar anunciando la Palabra de Dios.
Luces. El catequista es un cristiano que recibe un llamado particular de Dios.
Ese llamado lo capacita para el servicio de la transmisión de la fe y para la tarea de iniciar en la vida cristiana. Son muchas las personas que necesitan fundamentar su fe mediante una buena catequesis. Como catequistas hemos de ser conscientes de esta necesidad y sentirnos atraídos a colaborar con la misión de la Iglesia.