Las mujeres al servicio del Evangelio

Las mujeres al servicio del Evangelio

Sabemos que Jesús escogió de entre sus discípulos a doce hombres que serían llamados apóstoles, pero, además de los Doce, columnas de la Iglesia, padres del nuevo pueblo de Dios, fueron escogidas también muchas mujeres en el grupo de los discípulos. Podemos mencionar algunas mujeres que se encontraron en el camino de Jesús mismo, sin dejar de mencionar a su Santísima Madre la Virgen María, podemos hacer memoria desde la profetisa Ana (cf. Le 2, 36-38) hasta la samaritana (cf. Jn 4, 1-39), la mujer sirofe­nicia (cf. Me 7, 24-30), la hemorroísa (cf. Mt 9, 20-22) y la pecadora perdonada (cf. Le 7, 36-50). Las protagonistas de algunas de sus parábolas, por ejemplo, la mujer que hace el pan (Mtl3, 33), la que pierde la dracma (Le 15, 8-10) o la viuda que importuna al juez (Le 18, 1-8). En la hora de la pasión estaba María Magdalena (Mc.15, 40).

Debemos a san Pablo una documenta­ción más amplia sobre la dignidad y el pa­pel eclesial de la mujer. Toma como punto de partida el principio fundamental según el cual para los bautizados «ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer». El motivo es que «todos somos uno en Cristo Jesús» (Ga 3, 28), es decir, todos tenemos la misma dignidad de fondo, aun­que cada uno con funciones específicas (cf. 1 Co 12, 27-30).

Podemos ver que la historia del cristianismo hubiera tenido un desarrollo muy diferente si no se hubiera contado con la aportación generosa de muchas mujeres. Por eso, como escribió san Juan Pablo II en la carta apostólica Mulieris dignitatem, «la Iglesia da gracias por todas las mujeres y por cada una. La Iglesia expresa su agradecimiento por todas las manifestaciones del «genio» femenino aparecidas a lo largo de la historia, en medio de los pueblos y de las naciones; da gracias por todos los carismas que el Espíritu Santo otorga a las mujeres en la historia del pueblo de Dios, por todas las victorias que debe a su fe, esperanza y caridad; manifiesta su gratitud por todos los frutos de santidad femenina» (n. 31).