Aun estando en la cárcel, los reclusos y reclusas han vivido en libertad, gracias a la palabra liberadora del Evangelio, que predican capellanes y voluntarios de la Pastoral Penitenciaria.
Betzaida Toulier U.
«Todos los símbolos de las imágenes de la Merced nos recuerdan su función liberadora: cadenas rotas y grilletes abiertos, como sus brazos y manos extendidas ofreciendo la libertad…, su Hijo Redentor», así inició el Arzobispo de Panamá su homilía.
En la fiesta de Nuestra Señora de La Merced, el pasado viernes 24 de septiembre, Monseñor José Domingo Ulloa Mendieta centró precisamente su reflexión, en la liberación de las cadenas del pecado, de la esclavitud, sea esta exterior o interior.
“Jesucristo nos trae una forma nueva y suprema de libertad: la libertad de los hijos de Dios”, dijo Monseñor Ulloa. Y tiene mucha razón. Julio y Mercedes reconocieron que solo Dios libera. Que aun estando tras las rejas gozaban de la libertad desde que renunciaron al pecado y aceptaron a Dios en su corazón.
Sus vidas dieron un giro y la Iglesia, a través de la Pastoral Penitenciaria, tuvo mucho que ver. El acompañamiento del capellán de las cárceles, Fray Francisco Palomares, y los voluntarios de esta pastoral hicieron que cinco mujeres y cuatro hombres cambiaran sus vidas.
Ante el Arzobispo, los frailes mercedarios y la feligresía presente, estos hombres y mujeres se consagraron a la Virgen de La Merced, dando un paso importante que comenzó desde la cárcel, a través de la formación en la fe.
“Llegan estas personas a predicar y le tocan el corazón a uno”, indicó Julio al final de la Eucaristía. En su testimonio explicó que fue un proceso que incluyó formación constante en introducción a la Biblia, Mariología, el rezo del Rosario dentro de la cárcel que ahora en libertad, aún continúa.
“Mi vida cambió. Fue un cambio positivo cuando se me cayó la venda y me quitó la ceguera”, aseguró. “Gracias al padre y a los voluntarios por todo lo que hacen por los privados de libertad”, afirmó.
Para Mercedes, su libertad empezó hace nueve años cuando empecé a ir a la capilla de la cárcel. “De los 16 años de condena, 9 fueron de un cambio total en mi vida”, dijo mientras se quebraba su voz.
Dentro de la cárcel, otras personas le predicaban, sin embargo, no encontraba esa paz que buscaba, hasta que le abrieron las puertas de la capilla. “En ese entonces estaba el padre Narciso. Empecé en el coro, hace ya muchos años”.
“El que canta orar dos veces”, y de esto está segura Mercedes. “Esta relación con Dios y de acompañamiento de la Pastoral Penitenciaria fue muy importante. Esa es la libertad que me refiero, esa paz que solamente Dios puede dar y aún me embarga”, aseguró.
Tratarlos como personas y reconocer su dignidad
¿Cómo logran los reclusos la anhelada libertad interior? El padre Francisco Palomares no dudó al responder la pregunta… “Lo que hacemos es tratarlos como personas y reconocer su dignidad. No le juzgamos y al saberse respetados se sienten libres”.
Dijo además que, la clave para alcanzar esa verdadera y auténtica libertad interna es esa esperanza y esa fe de los privados de libertad. “El que puedan pensar libremente, el que puedan soñar por un futuro mejor, la fe que permite esa libertad interna, a pesar de que físicamente la tengan privada durante un tiempo”, expresó.
Trabajo pastoral en tiempo de pandemia
La presencia de la Pastoral Penitenciaria ha sido complicada, según el padre Palomares. “No hemos podido ir con normalidad a ayudar, a visitar, a presidir las eucaristías, los sacramentos, pero ha salido la parte de la Iglesia servidora y hemos podido ayudarle con útiles personales y gel alcoholado”, informó.
Como manifestó el religioso mercedario, no ha faltado la oración, y ese mensaje de esperanza “para que sigan adelante y se mantengan firmes en la fe con María y con Nuestro Señor Jesucristo”.
Las cárceles y sus condiciones
Los espacios donde están recluidos no cumplen las condiciones mínimas; hay hacinamiento, falta de agua, realidad que persiste en las cárceles, pese a que la institución penitenciaria procura mejorar las condiciones.
“Faltan muchos recursos”, agregó el capellán tras señalar que “la sociedad no quiere saber nada de ellos, prefieren olvidarlos pensando que aislándolos se solucionan los problemas del país”.
“Son humanos, con dignidad, personas con derechos que debemos respetar”, acotó.
Virgen de Las Mercedes
A la Virgen Santísima se la venera con el título de La Merced en muchos lugares España y de América Latina, también en Panamá, Guararé, o la Arena.
Bajo esta advocación nació la Orden Mercedaria, que tuvo como misión rescatar cautivos cristianos en poder de los musulmanes.
La Orden dedica sus afanes, principalmente, a librar a las almas de los cristianos de las cadenas del pecado, más fuertes y duras que las de la peor de las prisiones.
Como señaló Monseñor José Domingo Ulloa, al cierre de su homilía: “Santa María de la Merced sigue invitando a salir, como Ella, hacia las periferias donde se encuentran nuestros hermanos, que siguen necesitando palabra de esperanza y gestos de liberación, que los recuperen en su dignidad de hijos de Dios”.
Agregó que hoy nos invita a tener nuestros oídos y nuestra mirada atenta para con los que sufren, para ponernos a disposición de servirlos con manos y corazón mercedarios, que como Ella dan lo mejor que tienen, se dan a sí mismos.
Dijo además que, muchísimas personas han perdido el sentido de la trascendencia y viven esclavizadas por una visión puramente materialista de la vida, convertidas sin darse cuenta en piezas de un engranaje al servicio de oscuros intereses económicos.
“La Virgen de la Merced nos urge a liberar a estas personas, mediante lo que Juan Pablo II llamó una nueva evangelización, “nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión”. Jesús nos lo dijo muy claramente: «conoceréis la verdad y la verdad os hará libres» (Jn 8,32), indicó.
“Pidámosle hoy a la Virgen de la Merced que nos acoja a su servicio como comunidad que trabaja sin desfallecer, en favor de la redención integral de los cautivos”, invitó el Arzobispo.