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Llamar a las personas por su nombre

Llamar a las personas por su nombre

“Nos sentimos bien cuando nos llaman por nuestro nombre. Significa que somos importantes para el otro, ya que puede recordar con facilidad como nos llamamos”.

 

Que alguien te reconozca por tu nombre es ya una señal de amor. Hay que inculcar la costumbre de llamar a las personas por su nombre propio, particularmente aquellas quienes nos prestan algún servicio. Así, el camarero del restaurante chino, al que asistimos con frecuencia, no sea para nosotros el “mozo” o siquiera el “señor” y mucho menos reclamar su atención tronando los dedos o batiendo palmas, y jamás con un silbido.

De igual manera, con el vendedor de diarios y revistas, con la dependienta de la panadería, con la cajera del supermercado y, en general, con todas las personas con quienes tenemos contacto diario.

 

Descubrirán el efecto encantador de pronunciar el nombre propio de las personas.

 

Es que llamar a las personas por su nombre de pila provoca una reacción positiva, porque para cada uno de nosotros el nombre que llevamos es el más bello e importante entre todos los demás. Sucede esto no por el nombre mismo, sino porque el escuchar que otra persona nos llama por nuestro nombre propio conlleva una alta carga de emotividad, pues supone que para la otra persona somos importantes.

Además de generar un buen clima de respeto, constituye un pilar fundamental de nuestras relaciones interpersonales. Te animo a ponerlo en práctica.