La crisis de los 40 o de la mediana edad es un período de cuestionamiento cuando la persona siente que ha pasado la etapa de su juventud y entra a la madurez, se siente que está envejeciendo, y es cuando se produce el juicio personal sobre la vida, en base a la comparación entre las metas fijadas y los logros obtenidos. ¿Cómo viví? ¿Qué me falta? Esto afecta a los matrimonios fuertemente, y aquellos quienes no han puesto a Dios en el medio sufrirán graves tensiones.
Se empieza a enfriar, el primer e intenso amor que les llevo al matrimonio, se resquebraja la unión familiar indispensable, para sacar adelante a los hijos. Entonces comienzan a registrarse, las primeras e importantes limitaciones físicas, cambios emocionales y de conducta. Les entran las ganas de experimentar algo diferente, a lo que llevan haciendo desde que se casaron, salir de la rutina cotidiana.
Al hacer un balance económico, social y profesional, algunas parejas se dan cuenta que no han llegado a los objetivos que tuvieron cuando se casaron. Ese sentido de impotencia, por solucionar el problema, suele ser otro de los motivos de las crisis, en lugar de convertirse en un aliciente, para empezar una nueva vida. Ahora se dan cuenta, que han desperdiciado unos estupendos años de la vida.
Aparece la preocupación por las enfermedades, comienza a sentirse el cansancio, motivado por todas las responsabilidades que se tiene, mantienen una postura apática, ante el sexo con su pareja, ya que en el fondo, tiene miedo a la vejez, lo que pueden originar estados depresivos, porque ya no se sienten atractivos sexual o físicamente.