A una semana de la fiesta de Jesús Nazareno, miles de personas visitan la Basílica Menor de Atalaya luego de caminar varios días; algunos a cumplir mandas, otros a pedir favores… Pero realmente ¿qué son las mandas? El sacerdote Luis Núñez, Vicario de pastoral de la Arquidiócesis de Panamá, explica que la
manda “es una acción de religiosidad popular, una promesa que suele estar relacionada con una petición a Dios por la salud, por la conversión de alguna persona de la familia o un ser querido.
Unido a esta petición se ofrece algún sacrificio, un cambio de vida o algún bien económico”.
En Panamá, observamos que en devociones como la del Nazareno de Atalaya, el Cristo Negro de Portobelo, la Virgen del Carmen, San Librada y San Juan Bosco, sus devotos manifiestan de distinta formas peculiares su agradecimiento, por el favor concedido.
Algunos católicos con formación pudieran opinar que estas promesas son absurdas, que rayan en cierta superstición o ignorancia religiosa, pero para otros tiene gran importancia y riqueza espiritual.
Ante esto… ¿qué opina la Iglesia, está de acuerdo con estas expresiones y actos de piedad popular?
El Vicario de Pastoral señala que en estas manifestaciones hay muestras de mucho amor hasta el punto del sacrificio por su ser querido y también de fe a Dios, pero definitivamente hay que iluminarlas desde el Evangelio de nuestro Señor.
Cabe destacar que el Catecismo de la Iglesia Católica, en su numeral 2101, expresa que “el cristiano puede también prometer a Dios un acto, una oración, una limosna, una peregrinación…
La fidelidad a las promesas hechas a Dios es una manifestación de respeto a la Majestad divina y de amor hacia el Dios fiel”.
El Santo Padre, en la Exhortación Apostólica la Alegría del Evangelio, señala que estas promesas son “una manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia, y una forma de ser misioneros; conlleva la gracia de la misionariedad, del salir de sí y del peregrinar”.
En su momento, Benedicto XVI señaló en el documento de Aparecida que se trata de un “precioso tesoro de la Iglesia Católica” y que en ella “aparece el alma de los pueblos latinoamericanos”.
El papa Emérito destacó que “para entender esta realidad hace falta acercarse a ella con la mirada del Buen Pastor, que no busca juzgar sino amar”.
Partiendo de estas orientaciones, el padre Núñez sostiene que a estos hermanos hay que enseñarles con caridad y respeto. “Existen otras maneras de hacer sacrificios: ayudar a quienes viven en situación de calle, con hambre, visitar un enfermo, obras con grandes frutos espirituales para nosotros y para los demás”, insistió.