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Mantener la esperanza en tiempos de incertidumbre

Mantener la esperanza en tiempos de incertidumbre

Entre las incertidumbres y amenazas del presente, ¿hay lugar para la esperanza cristiana? Dios tiene un plan para nosotros. Aunque no siempre entendamos sus caminos, confiemos en que Él nos guía hacia un futuro mejor.

 

Por P. Miguel Ángel Ciaurriz 

Si hay algo en lo que todos estaremos de acuerdo es que estos tiempos nuestros de ahora son tiempos que nos amenazan con la incertidumbre y la desesperanza al ver el horizonte tan oscuro cuando miramos a lo que está por venir. Para quienes hemos recibido el don de la fe, estos son tiempos de resistencia. Como Pablo a los Corintios podemos decir: “estamos atribulados por todas partes, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no aniquilados”,  (II Cor. 4,9-10).

San Agustín, en uno de sus pensamientos nos hace ver que, salvadas las distancias de tiempo y lugar, lo que hoy ocurre no es tan distinto de lo que acontecía en el suyo. “<<Malos tiempos, tiempos fatigosos>> -así dicen los hombres-. Vivamos bien, y serán buenos los tiempos”, (Sermón 80).

 

Viviendo con gratitud.

 

Hoy el mundo está herido, y de gravedad. La fe tiene que servirnos para tratar de curar la herida que hoy sangra. Pero es preciso identificar bien esta herida del mundo de hoy para poder sanarla.

En este 2025, año jubilar, se nos hace un llamado a la esperanza. Somos peregrinos de la esperanza. Y en esta marcha, como vemos en el logo del Jubileo, tomados todos de la mano, caminamos juntos aferrados a la cruz, la cruz de la incertidumbre, del miedo y de la inseguridad con los pies firmemente apoyados en el ancla que nos da firmeza y garantías y nos sostiene en los tormentosos momentos por los que atraviesa el mundo.

 

Lo que da sentido a la esperanza no está realmente en lo que nosotros podemos hacer por mejorar este mundo y hacerlo más humano, sino en lo que le dejemos hacer a Dios en nosotros o a través de nosotros para que el mundo se parezca más al que Dios creó bueno.

 

El creyente no puede pecar contra la esperanza, sería fatal porque se diluiría y perdería vigor en este momentos en que tanto hace falta. Además de esperanza, y para que ésta no se malogre, necesitamos paciencia, virtud que camina de la mano de la primera.

La paciencia, dicen, es la ciencia de la paz, el mundo y el hombre de hoy necesitan la paz. En estos tiempos de desasosiego necesitamos la esperanza para garantizar la paz.