“Si Dios no hubiera tocado el corazón de mis padres, hoy no viviría. Es terrible ver cuántas personas no dan una oportunidad a los bebés que se pierden por el aborto. No soy quién para juzgarlas, solo les sugiero que por favor ¡no los maten! Pueden darlos en adopción para que, como yo, puedan ser testigos del amor de Dios”.
Esta exhortación viene del corazón de Mariana Isabel Pérez Díaz, una joven panameña concebida hace 30 años producto de una violación. Su madre biológica tan solo tenía once años cuando ocurrió y, ante la tragedia, su familia la quería forzar al aborto.
Un matrimonio católico, de la parroquia Nuestra Señora del Carmen Pasadena, se enteró de lo sucedido y decidieron adoptarla antes de nacer. “Hicieron lo posible para que me dejaran vivir”, cuenta Mariana. “Me recibieron el mismo día que nací, y consagraron mi vida a nuestra patrona, la Virgen del Carmen”, señaló.
A los ochos años le dijeron que era adoptada, pero aún sabiendo la verdad, nunca vino a su mente la curiosidad por conocer a su familia. “Como siempre estuve rodeada de tanto amor, siempre me sentí muy feliz, no sentí vacíos que despertaran en mí deseos de conocer a mi madre biológica. Mis padres han sido maravillosos, con sus debilidades y defectos, pero increíbles”, afirma sonriente esta joven.
Este matrimonio se atrevió también adoptar a un pequeño bebé que alguien abandonó en la basura. Sufría atrofia cerebral, era ciego y cuadripléjico. “Se llamaba Juan Pablo, el también recibió muchísimo amor hasta que Dios decidió llevárselo”, recordó Mariana con nostalgia.
Con su risa fácil y voz privilegiada dice: “Agradezco a Dios tantas bendiciones: me regaló la vida, varios dones que no creo merecer, y a unos excelentes padres que aunque hoy en día no estén juntos como matrimonio, están allí para mí, apoyándome siempre” asegura.
Cuando sus padres se separaron –en plena adolescencia de ella- Mariana dejó los estudios de arte y la vida eclesial. Fue un duelo terrible, una crisis.
Un día un amigo le mostró la película “El Fantasma de la Opera”. Escuchando la música lírica, ocurrió como una epifanía, algo que se le reveló sin que hoy pueda explicar qué y cómo: Supo que eso era lo suyo, cantar con esos especiales registros vocales. Para su sorpresa, resultó que tenía el don, y la arquitectura vocal.
Pero también escribe literatura y pinta. Está por matricular su tesis de Artes Plásticas en la Universidad de Panamá, y se forma en bel canto con la Asociación Grupo Lírico Panamá.
Mariana reitera en plena entrevista, que no busca engrandecerse por demostrar sus logros o talentos, es la primera vez que habla en público sobre su vida, y solo lo hace para exponer todo lo que puede hacer Dios cuando se opta por la vida.