,

Nacer de lo alto

Nacer de lo alto

Recordemos aquel diálogo entre Jesús y Nicodemo, un hombre culto y magistrado judío, en el que Jesús le dice a Nicodemo «tienes que nacer de lo alto». Nicodemo no comprendía esas palabras y se preguntaba: ¿qué es eso de nacer a una vida nueva? No sabemos si posteriormente, al conocer de la muerte y resurrección de Cristo, llegó a comprender la profundidad de este misterio. Sabemos que las primeras comunidades cristianas si lo llegaron a comprender y a transmitir a otras comunidades; tanto así, que quienes los veían llegaban a exclamar: “¡míralos, cuánto se aman!”. 

Hoy, dos mil años después, a pesar de que el número de bautizados ha aumentado considerablemente, en las comunidades cristianas observamos paradójicamente: envidias, rivalidades, disputas por el poder, etc.  Pues, a eso se refería Jesús! Nacer de lo alto es cambiar de vida, dejar de hacer lo que no agrada al Señor y permitir que el amor lo envuelva todo. Es el compromiso que adquirimos mediante el Bautismo: morir a la vida anterior para resurgir a una vida nueva, en la que somos mansos y humildes de corazón y en la que no hay lugar para las envidias, para las calumnias o para las difamaciones.

Es preciso que los catequistas retomemos el itinerario inspirado en el catecumenado de los primeros cristianos, para transmitir la enseñanza de Cristo sobre este segundo nacimiento y llevar a los bautizados a vivir las virtudes del Evangelio. Urge que los bautizados de hoy comprendan el misterio de este nacer de nuevo, que lleva a vivir de cara a Dios con la mirada puesta en la vida eterna, bajo la ley que mueve a los que nacen de lo alto: el amor. Cristo, con su muerte y resurrección, recuperó para todos los nacidos del agua y del espíritu, una vida nueva.

Luces. Una vida nueva engendrada en el Bautismo.

Jesús le plantea a Nicodemo la gran cuestión de la vida cristiana: es preciso nacer de nuevo, de lo alto. La pasión, muerte y resurrección de Cristo es el misterio insuperable del amor de Dios por nosotros, que nos abre la puerta a la vida eterna mediante el Bautismo, siendo fieles testigos de su Hijo, Jesucristo.