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Nada te turbe, nada te espante…

Nada te turbe, nada te espante…

Hace algunos años, sin realmente conocer a Santa Teresa, estaba pasando por un momento que, en ese tiempo, a mis 17 años era realmente doloroso. Estaba por quedarme sin estudios durante un año porque no había cómo pagarlos, en mi penúltimo año escolar.

Una persona cercana y en ese momento muy querida, sin ser consciente de lo que hacía, me recomendó encomendarle aquella situación a la mismísima Santa Teresa de Jesús, a quien por desconocimiento él estaba confundiendo como patrona de las causas imposibles, quien en realidad era Santa Rita de Casia.

Sin realmente conocerla tampoco, comencé a pedir su intercesión por aquella situación que me embargaba constantemente y que me llenaba de tristeza y soledad. Y mientras mi madre pedía a San Juan Bosco por mí, yo en silencio pedía a Santa Teresa por la situación completa.

Y por gracia divina y la intercesión de tan humilde y extraordinaria santa, aquí estoy a unos días de graduarme de la universidad.

Aun en medio del dolor y el sufrimiento, la santidad y la cercanía a Dios es la meta de todo cristiano, y como ejemplo a seguir, Santa Teresa de Ávila nos enseña cómo realmente dirigir nuestra oración y vida a Dios.

Tiempos de persecución, de tristeza y desolación, fueron los que formaron y contribuyeron a moldear a tan excepcional mujer llena de virtud, llevándola a convertirse en la primera Doctora de la Iglesia.

Fueron esa sencillez y su perseverancia que la llevaron a entregarse a la vida por y para Cristo, dentro del dolor, o el sufrimiento, viviendo todo con alegría porque era para Jesús, a quien amaba inmensamente.