Y no es una petición complicada. Escuchamos el tema rondar por todos lados: en retiros, homilías, encuentros juveniles y hasta formaciones; sin embargo, ¿qué tanta atención le damos?
La vocación no se elige al azar ni algo por el estilo, se trata de un proceso de oración, reflexión y apertura del corazón. Y esto quizás es lo más complicado. Verán, cuando creemos saber cuál es nuestra vocación, tenemos ese leve temor de que estemos equivocados y que en realidad el camino sea otro. Y más temor nos da sentir que estamos llamados a ser sacerdotes mientras que nosotros creíamos que el matrimonio era la elección predilecta. Y es aquí donde nos toca hacer silencio y escuchar. Así como los jóvenes investigan y toman su tiempo para elegir una carrera universitaria, nuestra vocación espiritual se encuentra ligada íntimamente con esto de las profesiones.
Entonces, a lo que quiero invitarte es a que pongas en tus oraciones el descubrimiento de tu vocación. Y aparte de esto, estar abierto a la escucha de Dios y a sus señales. Muchos jóvenes sienten un llamado al sacerdocio o a la vida consagrada y por temor no lo aceptan. Otros están llamados al matrimonio pero le tienen pavor al compromiso y aquellos que están llamados a la soltería piensan que debe haber otra opción. No obstante, la voluntad de Dios es perfecta y es algo que debemos aceptar con amor y alegría.
Tanto a nivel profesional como espiritual, es necesario empezar a comprender que estamos listos para dar pie a la vocación a que estemos llamados siempre y cuando tengamos a Dios como centro de nuestra vida, así podremos aceptar el grandioso reto del sacerdocio, la vida como religiosa, la soltería a el matrimonio, para hacerla realidad por convicción y sin temor alguno.