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Para cultivar nuestra espiritualidad

Para cultivar nuestra espiritualidad

Jesús nos dio este mandato: «Vayan, pues, y hagan discípulos a todos los pueblos, […] enseñándoles a guardar todo cuanto yo les he mandado» (Mt 28, 19-20). Pero, ¿qué necesitamos para cumplir con esta misión? Para empezar, los catequistas necesitamos cultivar la espiritualidad en nuestras vidas ¿Y cuáles son los caminos y medios para crecer espiritualmente?

Iniciaremos con un autoexamen: “¿Leo a diario la Palabra de Dios y la reflexiono, preferiblemente siguiendo los pasos de la lectio divina? ¿Frecuento el sacramento de la Eucaristía? ¿Oro con regularidad? ¿Acudo al sacramento de la reconciliación frecuentemente?”

Llevar una vida espiritual nos lleva paulatinamente a la perfección, a la santidad. Una de las prácticas más fecundas es participar en la Eucaristía, idealmente a diario; pero si no es posible, al menos dos o tres veces por semana. Otra práctica es la lectura meditada de la Palabra, así como de otros libros espirituales, como la vida de los santos, especialmente sobre María, porque Ella despierta en nosotros fuertes impulsos que nos empujan hacia la santidad. Los catequistas no podemos vivir a la altura de nuestra misión sin cultivar la lectura espiritual.

Otra parte importante es el examen de conciencia antes de dormir, porque nos ayuda a visualizar nuestras debilidades y faltas diarias. Con ello, nos hacemos conscientes de nuestra propia pequeñez y miseria lo que, a su vez, nos invita a entregarnos a la misericordia del Padre para ir perfeccionándonos. En la medida en que conocemos a Jesús, le vamos amando cada vez más, hasta dar fruto, especialmente el amor y la comprensión hacia los demás. A la vez que los catequistas crecemos en espiritualidad, ayudamos a los destinatarios de la Catequesis en su propia espiritualidad, guiándolos a vivir bajo la acción del Espíritu Santo; es decir, caminando paso a paso hacia la santidad.