Somos hombres y mujeres de fe. Creemos en Dios. No podemos ocultarlo, ni nos parece bueno disimularlo. Siguiendo la experiencia de fe del pueblo judío, hemos aprendido a reconocer la presencia de Dios en lo vivo de la historia. A partir de esta experiencia se han consolidado las convicciones más hondas que sostienen nuestro compromiso con la vida.
La Pascua es el momento más intenso de esta experiencia del Dios amigo de los hombres. En la pasión y muerte en cruz de Jesús reconocemos al Dios vivo que carga sobre sí todo el dolor del mundo. Vence el mal con su amor humilde y lleno de mansedumbre. La fe que hemos recibido de los apóstoles confiesa que la resurrección es el acto supremo de Dios que rescata a su Hijo del poder de la muerte, e introduce la potencia creadora de su Espíritu en el drama de la historia humana. “Murió por nuestros pecados, resucitó para nuestra justificación”, escribía el Apóstol Pablo a los cristianos de Roma.
La fe en el Dios que resucita a los muertos es nuestra posesión más preciosa y nuestra alegría más grande. Al saludarlos por Pascua no podemos dejar de compartir esta riqueza inestimable de nuestra fe en el Dios vivo que ama la vida, con todo el que quiera recibir este saludo.
Saludamos a los que comparten con nosotros la misma fe en Jesucristo, Redentor del hombre, aunque no estén en plena comunión con nosotros. El mismo bautismo salvador nos une y nos hace testigos de Cristo en medio del mundo. ¡La gracia de Cristo esté con ustedes!
Saludamos también a la comunidad judía de Panamá. Los cristianos leemos con fe las Escrituras de Israel, reconociendo en ellas al Dios vivo que se reveló a Moisés en la montaña de la alianza, confiando su Nombre santo para que podamos invocarlo. ¡La paz a ustedes, hijos de Abrahám, Isaac y Jacob, a quienes Dios habló primero!
Saludamos de manera especial a aquellos que creen en Dios, de otras confesiones religiosas. ¡Ofrezcamos a la sociedad panameña el testimonio de que la fe en Dios, lejos de ser una amenaza, es una experiencia que enriquece y eleva la convivencia de todos!
Tenemos también un saludo y una palabra de amistad para las personas que no se reconocen creyentes. Compartimos una casa común: Panamá. La amamos y, por eso, nos duelen sus heridas, sus proyectos frustrados, sus ilusiones no cumplidas. Aunque tenemos miradas distintas sobre muchas cosas, es posible encontrar puntos de acuerdo para ofrecerle a las futuras generaciones una sociedad más humana.
Quisiéramos también dedicar una palabra de aliento a todos los que se encuentran probados por el dolor, el cansancio o la desilusión. Pensamos también en quienes no logran pacificar sus corazones, y se encuentran tentados por el resentimiento, la ira o alguna otra forma de violencia, fruto de las heridas infringidas entre las personas. Igualmente, no queremos dejar de tener presente a quienes están alejados de nosotros, porque sienten rechazo por la Iglesia o sencillamente no comparten nuestra forma de ver las cosas.
De todas las posibles palabras que pudiéramos dirigirles, elegimos una. Es la palabra que, según los evangelios, Cristo resucitado pronunció al hacerse presente entre los suyos, la mañana de resurrección: “Paz con ustedes”. La paz (el “shalom” bíblico) es un deseo de reconciliación, una invitación a reencontrar el camino de la amistad perdida, un reconocimiento de que estamos llamados a superar controversias, a aceptar con humildad nuestras equivocaciones y, sobre todo, a abrirnos al don que viene de lo alto.
Con esta palabra: “Paz- Shalom”, resumimos este mensaje y este saludo pascual: “Paz a todos ustedes, en Jesús resucitado”.
Mons. José Domingo Ulloa Mendieta, osa / Arzobispo Metropolitano de Panamá