Con el Adviento, damos inicio al nuevo año litúrgico en la Iglesia. Vivir este tiempo especial, es adentrarse en camino de preparación, esperanza y alegría.
Por Monseñor José Domingo Ulloa
El año litúrgico marca nuestra manera de situarnos en el tiempo, actualizando los misterios de Jesús y recordándonos que Él está presente en nuestra historia. Iniciamos este tiempo con esperanza, confiando en el Emmanuel, el Dios con nosotros, quien camina a nuestro lado.
En este Adviento, en el contexto del Año Jubilar 2025, renovamos nuestro compromiso como peregrinos de esperanza, llamados a transformar el mundo desde el amor de Cristo. Aunque vivimos una crisis global, sabemos que Dios, en su misericordia, no abandona a su pueblo. Este es el núcleo del Adviento: la certeza de que Cristo viene, trayendo luz a nuestras vidas y renovando nuestra esperanza.
Este tiempo de gracia nos invita a abrir el corazón a Cristo, a ser luz en la oscuridad y a construir comunidades que irradien el amor de Dios. Más allá de las adversidades, impulsemos un cambio personal y social.
La esperanza activa transforma vidas y el mundo.
Cristo no es solo un acontecimiento histórico, sino una presencia viva y real en cada gesto de amor y compasión. Dios nos invita a ser partícipes de su plan de amor. Cada acción que contribuya a la paz, justicia y solidaridad en nuestras comunidades es una forma de traer su Reino a la tierra.
El Adviento nos recuerda mirar más allá de las luces externas de la Navidad para centrarnos en su verdadero significado: Cristo, el Salvador, quien nos llama a vivir con esperanza y ser agentes de cambio en nuestras familias y comunidades. Como peregrinos de esperanza, que cada uno sea portador de luz, mostrando con su vida el amor de Cristo.
¡Feliz Adviento! Que el Emmanuel ilumine su camino y les inspire a ser testigos de su paz y amor.