“Pidamos la gracia de aprender a dejarnos consolar por el Señor”, Monseñor José Domingo Ulloa.

“Pidamos la gracia de aprender a dejarnos consolar por el Señor”, Monseñor José Domingo Ulloa.

redaccion@panoramacatolico.com

Hoy viernes IV semana de Pascua el Evangelio vuelve a poner en el centro a Tomás el de las dudas, el de las pruebas, desde la última cena manifiesta sus inquietudes y se muestra preocupado porque no entiende el camino de Jesús.

Y qué bueno que surjan dudas en nuestras vidas, señaló Monseñor Ulloa, y recordó a los seguidores de la misa por televisión y radio, las palabras certeras de Jesús al pedir que no se pierda la paz, de manera especial dirigió su homilía a los familiares que han perdido a su ser querido.  

“La certeza que hoy nos da Jesús, que aquieta nuestro corazón. Todos tenemos un sitio: “Me voy a prepararos un lugar”, reiteró. Dijo, además, que se requiere dejar todo para seguir a Jesús, cambiar el corazón para entender sus caminos y se necesita mucha fe, mucha esperanza para luchar por una habitación en la Casa del Padre.

Reconoció que todos nosotros pasamos por tiempos difíciles, pero este no es el tiempo más crítico de la historia de la humanidad, ni va a ser el último por el cual pasaremos en esta vida, y lo superamos si no quitamos nuestra mirada de Jesús.

Esa sensación de estar perdidos sin poder volver al calor del hogar. De nada sirve tener una morada esperándonos si no sabemos llegar allí. De ahí la inquietud de los apóstoles, en palabras de Tomás: “¿cómo podemos saber el camino?”. Como Hansel y Gretel, necesitamos unas migas de pan que nos muestren el sendero de regreso al hogar. 

Volviendo al Evangelio, en que Jesús responde a Tomás: “Yo soy el camino”, no se trata solo creer en Jesús si no creerle a Jesús que nos promete una mansión eterna, de manera la fe en Cristo Muerto y Resucitado no es ninguna ensoñación o algo por el estilo, sino que es fuerza que nos sostiene y luz que ilumina esos momentos oscuros. 

Desde la promesa de Jesús -explicó Monseñor Ulloa- hemos de percibir que Dios no nos ha arrebatado a nuestros seres queridos, que su cuerpo corruptible lo ha revestido de incorruptibilidad y que ha sido llamado a la plenitud de la felicidad que es la vida eterna “Esa experiencia produce un consuelo y paz interior inenarrable”, agregó.

Dirigiéndose a los familiares que han perdido a un ser querido, les manifestó que en medio de la angustia que podamos estar viviendo en estos momentos, pidamos la gracia de aprender a dejarnos consolar por el Señor.

A continuación, el texto completo de la Homilía de Monseñor Ulloa desde la capilla de su casa.

 Viernes IV semana de Pascua

Mons. José Domingo Ulloa M.

Hermanos y hermanas:

 Tomás el de las dudas, el de las pruebas, desde la última cena manifiesta sus inquietudes y se muestra preocupado porque no entiende el camino de Jesús.

Nada hay tan difícil en la vida de una persona como la duda. Cuando se ha decidido a seguir un camino, podrá afrontar las dificultades y los problemas, pero si no sabe adónde va, ¿cómo encontrará fuerza para iniciar el camino?

Las palabras de Jesús son certeras al pedir que no se pierda la paz. Podrá haber muchos contratiempos y hasta fracasos, podrán aparecer malentendidos y amenazas, pero si tenemos muy claro nuestro objetivo, a donde queremos llegar, los podremos superar.

Tomas ha convivido con Jesús, pero no ha descubierto todavía toda la verdad y está en un mal de dudas. Se requiere dejar todo para seguir a Jesús, se necesita cambiar el corazón para entender sus caminos y se necesita mucha fe, mucha esperanza para luchar por una habitación en la Casa del Padre.

“Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí”.

Cuando Jesús esta nos exhortando a no perturbarnos el corazón, es porque el corazón se perturba tan fácilmente delante de las adversidades, de las situaciones contrarias y contradictorias de la vida.

Todos nosotros pasamos por tiempos difíciles, y este no es el tiempo más difícil de la historia de la humanidad ni va a ser el último por el cual pasaremos en esta vida. Tenemos varios tormentos y, por todos ellos, pasamos y superamos cuando no quitamos nuestra mirada de Jesús.

Vivimos en tiempos de mucha ansiedad, y ella engendra que seamos presa, de la inquietud y perturbación. La ansiedad engendra en nosotros el “aquí” y el “ahora”, que las cosas sean mágicas, y que todo tenga que ser que ser aquí y ahora.

El tiempo en que vivimos es tiempo de gracia, es tiempo, especialmente, para quitar las perturbaciones del alma y del corazón, porque somos personas muy perturbadas.

Jesús nos conoce bien. A él le importa lo que sucede en nuestro interior. Como a los apóstoles, a nosotros muchas veces nos puede asaltar un sentimiento de desesperanza o angustia. Quizás también sentimos desfallecer nuestras fuerzas o nuestros ánimos. Pero Jesús, que nos ha creado, sabe que nuestro corazón no es de piedra… Por eso, en estos momentos, él se dirige a nosotros como les dijo a los Doce: “que no tiemble vuestro corazón: creed en mí”.

“En la casa de mi Padre hay muchas moradas”. Todos necesitamos un hogar, un sitio que sea nuestro, un lugar donde podamos estar a gusto. Tener una casa es una de esas experiencias humanas básicas que nos permiten llevar una vida alegre y confiada.

Pase lo que pase en la vida, existe un lugar en el mundo en el que somos queridos, un sitio al que siempre podemos volver porque siempre encontramos las puertas y los brazos abiertos para recibirnos. Esta certeza nos llena de paz y seguridad; no somos nómadas que deambulan de un lugar a otro.

Y esta es la certeza que hoy nos da Jesús, que aquieta nuestro corazón. Todos tenemos un sitio: “Me voy a prepararos un lugar”. Cada uno de nosotros tiene un lugar, una casa, un hogar, esperándonos desde toda la eternidad. Junto a Dios, junto a María y todos los santos, junto a nuestros amigos y seres queridos. En el cielo hay sitio para todos, y cada uno tiene un lugar reservado. ¡Cómo nos debe llenar de alegría el saber que nuestros nombres están inscritos en el cielo, en el corazón mismo de Dios! Cristo lo ha prometido, y él nunca miente: “cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros”.

“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí”. Tenemos una casa, un hogar en el cielo, preparado por Jesús. Pero seguro que todos hemos experimentado alguna vez (especialmente de pequeños) la angustia de no saber el camino a casa.

Esa sensación de estar perdidos sin poder volver al calor del hogar. De nada sirve tener una morada esperándonos si no sabemos llegar allí. De ahí la inquietud de los apóstoles, en palabras de Tomás: “¿cómo podemos saber el camino?”. Como Hansel y Gretel, necesitamos unas migas de pan que nos muestren el sendero de regreso al hogar.

Jesús responde a Tomás con la serena certeza del que ya había previsto esta dificultad: “Yo soy el camino”. Él es precisamente esos trocitos de pan que nos indican el camino. Él nos lleva al Padre. No le dejes, y llegarás.

Por eso hoy más que nunca que dicha el poder no solo creer en Jesús si no creerle a Jesús que nos promete una mansión eterna, de manera la fe en Cristo Muerto y Resucitado no es ninguna ensoñación o algo por el estilo, sino que es fuerza que nos sostiene y luz que ilumina esos momentos oscuros.

Desde la promesa de Jesús hemos de percibir que Dios no nos ha arrebatado a nuestros seres queridos, que su cuerpo corruptible lo ha revestido de incorruptibilidad y que ha sido llamado a la plenitud de la felicidad que es la vida eterna Esa experiencia produce un consuelo y paz interior inenarrable.

Pero no todo termina ahí, además hemos de creer que “el amor es más fuerte que la muerte” y eso nos lleva a la confianza de que la comunicación no se rompe con aquellos que nos han dejado, sino que mediante la oración por ellos perdura en el tiempo la memoria de nuestros difuntos.

No es fácil dejarse consolar por el Señor y nos enfadamos con el Señor. Sin embargo, hoy te invito a dejar que el venga “y te hable con dulzura, con cercanía, con ternura, con verdad y con esperanza”.

Nunca nos olvidemos el Señor regresa cada vez que alguno de nosotros se encuentra en camino para marcharse de este mundo. ‘El viene y no solo se acerca, sino que nos toma de la mano. Esa es la esperanza: vendrá, nos tomará de la mano y nos llevará.

No dice, bueno, no pasa nada, no sufriréis. No, nos dice la verdad: ‘Estoy cercano a ustedes, esta es la verdad, y en ese momento malo, de peligro, de muerte, yo estoy por eso que no se turbe vuestro corazón. Permanezcan en la paz que está en la base de todo consuelo. Porque yo vendré, los tomaré de la mano y los llevaré donde estoy yo’”.

En medio de la angustia que podamos estar viviendo en estos momentos especialmente ante la muerte de nuestros seres queridos pidamos: “la gracia de aprender a dejarnos consolar por el Señor. Y recordemos La consolación del Señor es sincera, no es anestesia, pero es cercanía, verdadera, y nos abre la puerta de la esperanza”.

Carta a Ustedes: “No lloren al que vive, los abrazo desde la vida”

Queridos míos, ponemos nuestros nombres:

Espero que, a la llegada de esta, ustedes se encuentren todos bien, yo bien gracias a Dios, por eso les decía lo de divinamente, aquí me tienen en el paraíso.

Al principio un poco preocupado por ustedes, pero tras hablar con el Padre Dios, ya estoy sereno y con una alegría que no me la va a quitar ni el demonio, aquí no puede hacer de las suyas, lo tiene muy controlado San Pedro.

La verdad que fue todo un revuelo, todo tan rápido, inesperado, aunque no porque no lo avisaran que yo tenía mi miedo bien metido en el cuerpo, sobre todo por la incertidumbre que había generado y por tener que estar sin comunicación.

Entiendo vuestra confusión, vuestro dolor, vuestra pena, pero hay que levantar anclas, y volver a vuestro cauce que yo ya he arribado a mi orilla de luz y de amor, después de haber remado toda mi vida en esa barca tan querida que han sido ustedes querida familia.

Me considero un afortunado, ahora sí que me doy cuenta, al acabar la jornada de la vida que he sido de los más ricos del mundo, por tenerlos a ustedes.

No saben, ni se pueden imaginar, cómo se ve y se ama desde aquí. El gozo es total, solo falta que lleguen ustedes para que el amor sea más completo porque pleno ya es.

En los momentos más íntimos Dios me pide que le hable de mi vida y de ustedes, está muy interesado, como si lo oyera o lo viera por primera vez, yo creo que lo hace para que yo me sienta más feliz.  Se preguntarán qué le digo de ustedes, no paro, es tanto, pero como aquí tenemos toda la eternidad, lo de las prisas, el tiempo, la separación, etc., no existe, él te coge la mano y ya no te la suelta nunca y te da una paz. Esto era lo que yo siempre deseaba con ustedes.

Hoy me ha preguntado por mi vida…que cuántos hijos, que cómo es mi esposa-o- y yo le he comenzado a contar. Me ha ido preguntado por cada uno de ustedes no se ha olvidado de ninguno…

Ya saben lo que ha sido la fe para mí, la esperanza, ahora lo que me queda es solo el amor. Y en ese amor los espero. No me he sentido solo al final de mi vida, les aseguro, el Padre Dios señor de la vida, me ha acompañado en Jesucristo, y su madre la virgen me ha entrado en brazos en este cielo que los espera.  Ahora los quiero más que nunca, eternamente y eso es tan verdad como que ustedes me quieren a mí y van a continuar con la fe, la esperanza y el amor.

Acepten mi muerte, porque yo la he vencido y no quiero que ella los venza en la angustia y en la desesperación. Tengan paciencia, hasta que nos podamos encontrarnos y abrazarnos. Ah bueno…que ya es tarde. Solo les pido una cosa, que no hablen de mí en pasado, que no estoy muerto que he resucitado, como decía Jesús, no lloren entre los muertos al que vive. Hablen de mí en presente y en futuro. Estoy con ustedes y les preparare sitio en este paraíso, por eso me he venido antes, para coger una estancia en la que podamos estar todos. Aquí todos somos conocidos y queridos.

Un abrazo desde la eternidad, ánimo no teman, yo he vencido, con la ayuda de Dios, al mundo y a la muerte. Hagan ustedes lo mismo.

Vuestro ser querido.

PANAMÁ, acatemos las normas que nuestras autoridades han implementado. Por ti, por los tuyos, por Panamá -Quédate en casa.

 

† JOSÉ DOMINGO ULLOA MENDIETA, O.S.A.

ARZOBISPO METROPOLITANO DE PANAMÁ