“Dios sirve a todos, pero no se humilla ante nadie”, Monseñor José Domingo Ulloa

“Dios sirve a todos, pero no se humilla ante nadie”, Monseñor José Domingo Ulloa

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La homilía nos señala que a partir de hoy y hasta el final de la Pascua, iremos recorriendo las palabras de Jesús en la Última Cena. Además, que aprendamos el sentido del servicio de Jesús para cumplir la misión que se nos dio el día de nuestro Bautismo, así lo manifestó Monseñor José Domingo Ulloa.

“Jesús ha empezado su último discurso –quizás el más importante– no precisamente con unas palabras de introducción, sino con una acción.  Él siempre lo hace así: primero obra, luego habla”, dijo Monseñor Ulloa.

Durante la misa, Monseñor expresó que “El amor, desde este momento, es servir agachándose y entregándose a los demás. El amor tiene ya una nueva medida, y “dichosos ustedes si lo ponen en práctica”.

Debemos siempre amanecer sirviendo a la vida y al prójimo, así lo expresó el Arzobispo, donde hoy el evangelio nos propone, que “la verdadera felicidad se encuentra en el servicio a los demás y en la humildad, en no pensar que uno es mayor que los otros a pesar de nuestro puesto (sea en la casa, en la oficina, en el gobierno o en la iglesia)”. 

Refiriéndose al adagio popular ‘Quien no vive para servir, no sirve para vivir’, con estas palabras Monseñor expresa que “Para Jesús, el servicio es de vital importancia, a tal grado que lo pone como un motivo de dicha y felicidad. Jesús sirvió no fue esclavo, Jesús, libremente, hizo de toda su vida un verdadero servicio, esta es su enseñanza”. 

Asimismo, dijo que “El servicio que pide Cristo no es humillación”, que es una forma de servicio, una forma de amor que busca el bien del otro, pero eso no significa humillarse y recibir maltratos. El servicio se manifiesta, en primer término, en el cumplimiento de nuestro trabajo y nuestra condición: en la medida en que cada uno haga bien su trabajo, presta ya un gran servicio. 

Y, sin embargo – dijo- que el servicio llega a situaciones especiales, haciendo actividades extraordinarias por los demás. Así, como ayudar a una persona en necesidad, atender un enfermo o acompañar a alguien en necesidad. No lo olvidemos: Dios sirve a todos, pero no se humilla ante nadie, afirmó.

A continuación, el texto completo de la Homilía de Monseñor Ulloa desde la capilla de su casa.

JUEVES IV

Mons. José Domingo Ulloa M.

Hermanos y hermanas:

 A partir de hoy y hasta el final de la Pascua, vamos a ir recorriendo día a día las palabras de Jesús en la Última Cena. No olvidemos que son palabras de confidencia, de amistad, como la despedida de dos amantes que se alarga hasta parecer eterna.

“El criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto que saben esto, dichosos ustedes si lo ponen en práctica”.

Jesús ha empezado su último discurso –quizás el más importante– no precisamente con unas palabras de introducción, sino con una acción.  Él siempre lo hace así: primero obra, luego habla. Sus palabras de despedida comienzan con el lavatorio de los pies; es, por así decirlo, su prólogo.

De algún modo, todo lo que va a decir a continuación no es sino una explicación con palabras de lo que acaba de hacer. “Los amó hasta el extremo”, dice el evangelista.

Y con un amor concreto, humilde y total. Desde el momento en que Dios mismo se ha abajado, quitándose el manto y ciñéndose una toalla cual esclavo, y nos ha lavado los pies, el amor tiene un nuevo rostro. Ya no valen palabras huecas, grandes oratorias, promesas futuras, gestos vacíos, ni sentimientos vanos.

 El amor, desde este momento, es servir agachándose y entregándose a los demás. El amor tiene ya una nueva medida, y “dichosos ustedes si lo ponen en práctica”.

Hoy el evangelio nos propone, que la verdadera felicidad se encuentra en el servicio a los demás y en la humildad, en no pensar que uno es mayor que los otros a pesar de nuestro puesto (sea en la casa, en la oficina, en el gobierno o en la iglesia). 

Para Jesús, el servicio es de vital importancia, a tal grado que lo pone como un motivo de dicha y felicidad. Jesús sirvió no fue esclavo, Jesús, libremente, hizo de toda su vida un verdadero servicio, esta es su enseñanza. Quien no vive para servir, no sirve para vivir (adagio popular).

El servicio es la más alta posición que puede ostentar el ser humano (Indira Mahatma Gandhi).

El servicio que pide Cristo no es humillación. El servicio es una forma de amor que busca el bien del otro, pero eso no significa humillarse y recibir maltratos. El servicio se manifiesta, en primer término, en el cumplimiento de nuestro trabajo y nuestra condición: en la medida en que cada uno haga bien su trabajo, presta ya un gran servicio. Del mismo modo, cuando cada uno vive su condición (hijo, padre, madre, esposo o esposa, sacerdote) presta ya un servicio. Cuando se apartan de esa condición, se comete una injusticia que introduce un desorden en la comunidad.

Además, en condiciones especiales, el servicio llega a situaciones especiales: actividades extraordinarias para un servicio a los demás. Así, por ejemplo, ayudar a una persona en necesidad, atender un enfermo o acompañar a alguien en necesidad. No lo olvidemos: Dios sirve a todos, pero no se humilla ante nadie.

Por eso, cuándo lava los pies a sus discípulos, no es solo un gesto externo, si no es la expresión de su actitud más íntima, viene a enviar a servir y a purificar, no en el sentido de quién es perfecto y está para regañar o corregir a los demás, si no en el sentido del hermano quién es capaz de limpiar las inmundicias de quien ha caído en el pecado y en la suciedad. 

Servir sobre todo al más débil y pecador fue la misión de Jesús y la cumplió a carta cabal hasta dar la vida. 

Jesús nos dice algo muy importante:» no temáis la traición pues debéis saber en cuanto esto suceda yo soy». Jesús retoma las mismas palabras que Dios le dijo a Moisés cuando el pueblo vivía en esclavitud. 

Yo soy, es el nombre del Dios liberador qué saco con poder al pueblo que gemía bajo la opresión de la esclavitud.

De la esclavitud el pueblo pasó a la libertad y aprendió que servir en la libertad es la dignidad de la verdadera persona. 

Yo soy es el nombre de Dios que acompaña a su pueblo en el peregrinar por el desierto y que lo sirve en los momentos de dudas y tragedias. 

Yo soy es también el nombre que toma Jesús para decirnos que también Él, como su Padre, ahora nos acompañan por el desierto de la vida, de las dificultades. Es Dios con nosotros, es quien anda los mismos senderos, es quien nos lleva de la esclavitud al servicio. 

¿Cómo vivimos la presencia de Jesús en nuestras vidas? ¿Cómo hacemos presente a Jesús con nuestro servicio? 

Señor, que sepamos servir y dar vida tal como lo haces Tú, que queremos parecernos a Ti en el servicio.

No olvidemos que lavando los pies a sus discípulos y pidiendo a ellos hacer lo mismo, Jesús nos ha invitado también a confesar mutuamente nuestras faltas y a rezar los unos por los otros para sabernos perdonar de corazón.

En este sentido, recordemos las palabras del San Agustín cuando escribía: «No desprecie el cristiano de hacer lo mismo que hizo Cristo.

Porque cuando el cuerpo se inclina hasta los pies del hermano, también el corazón se enciende, y si ya estaba se alimenta, el sentimiento de humildad. Perdonémonos mutuamente nuestras faltas y oremos juntos por nuestras culpas y así de este modo nos lavaremos los pies recíprocamente». 

El amor, la caridad y el servicio, ayudar a los demás, servir a los otros. Hay tanta gente que pasa la vida así, en el servicio a los demás.

Con el lavatorio de los pies, el Señor nos enseña a ser servidores, más siervos, como Él ha sido siervo por nosotros, por cada uno de nosotros.

Por lo tanto, ser misericordiosos como el Padre significa seguir a Jesús en el camino del servicio.

Que aprendamos el sentido del servicio de Jesús para cumplir la misión que se nos dio el día de nuestro Bautismo y siguiendo al Maestro hagamos un mundo más justo, más digno de los hijos de Dios.

 “A tus pies, oh Jesús mío, me inclino y te ofrezco el arrepentimiento de mi contrito corazón que se aviva en su nada y en tu santa presencia. Te adoro en el sacramento de tu amor, la inefable Eucaristía. Deseo recibirte en la pobre morada que mi corazón te ofrece; esperando la felicidad de la comunión sacramental, quiero poseerte en espíritu. Ven a mí, oh Jesús mío, que vengo a Ti. Que tu amor inflame todo mi ser por la vida y la muerte. Creo en Ti, espero en Ti, te amo.”

PANAMÁ, acatemos las normas que nuestras autoridades han implementado. Por ti, por los tuyos, por Panamá -Quédate en casa.

 

† JOSÉ DOMINGO ULLOA MENDIETA, O.S.A.

ARZOBISPO METROPOLITANO DE PANAMÁ