“Nuestra iglesia panameña está en deuda con San Martín”, Monseñor José Domingo Ulloa

“Nuestra iglesia panameña está en deuda con San Martín”, Monseñor José Domingo Ulloa

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Hoy la Iglesia universal celebra con especial gozo la canonización de San Martín de Porres, pero como señaló el Arzobispo de Panamá, José Domingo Ulloa Mendieta, la Iglesia panameña está en deuda con el santo de los pobres, y protector de los enfermos.

“Nuestra Iglesia panameña ha sido ingrata con este santo nacido en nuestro país”, dijo, Monseñor Ulloa, y reveló que tiene el sueño de construir un gran santuario dedicado a San Martín y Santa Rosa de Lima, que según la historia cuyos padres nacieron en Taboga y se fueron a vivir a Perú. 

La misa también fue dedicada a Santo Domingo Sabio, un adolescente que preguntó a Don Bosco qué cosa tenía que hacer para ser santos. Y la repuesta del santo fue “ser alegre”.  Y Monseñor Ulloa considera que esta pregunta nos la debemos hacer todos los días, y no estar en divisiones, en conflictos, o mal interpretando las cosas.   

“Don Bosco le invitó a estar siempre alegre…Y eso tenemos que decirlo … el que va por el camino de la santidad debe llevar la alegría…señaló el Arzobispo, y agregó que para ser santo hay que cumplir los deberes de cada día. “Cada uno vive el día a día desde su vocación: casado, soltero, consagrado, y eso incluye también al médico, enfermera, político; haciendo extraordinarias, las cosas ordinarias de la vida”, indicó.

Asimismo, dijo que no se puede ser santo sin orar, escuchar la Palabra de Dios, cumplir con los sacramentos, y hacer el bien a los demás. “Esos son los parámetros de todos los santos, como San Martín y Domingo Sabio”, agregó.

Y en referencia a la lectura de hoy, el Arzobispo recordó las palabras de Jesús: “Yo soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas. Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvarlo (Jn 12, 46 – 47)”.

Y sin embargo – dijo- “cuántas cosas oscuras toman cuenta de nosotros, de cuánta oscuridad vive la humanidad, la sociedad y el mundo en que estamos; cuántas cosas confusas se esparcen, se difunden en nuestro medio, y por eso necesitamos permanecer en Jesús”, afirmó.

Advirtió que Jesús no está en la confusión, en el desorden, en la pelea, en la falta de comprensión provocativos, donde simplemente las personas quieren crear discordias unas con las otras. 

Y al final de su homilía invitó a los panameños a escuchar a Jesús, – como lo hizo San Martin- “deja que Él sea la cura y la luz para todas las razones sin razones que hay dentro de nosotros. Él es la luz para nuestra vida y para nuestra existencia”, acotó.

 

A continuación, el texto completo de la Homilía de Monseñor Ulloa desde la capilla de su casa.

MIÉRCOLES IV

Mons. José Domingo Ulloa M.

 

Hermanos y hermanas:

 Hoy la Iglesia universal, pero especialmente esta Iglesia Panamá, celebra con especial gozo la canonización que San Juan XXIII, hizo de nuestro Hermano San Martín de Porres.

Hoy celebramos que, a través de la unión profunda con Cristo, hombres y mujeres de todos los tiempos, han alcanzado la meta de la santidad. Recordemos a un San Francisco de Asís, a Santa Clara, a San Juan Bosco, a la Madre Teresa de Calcuta, a San Juan Pablo II y a San Martín de Porres, 

Ellos son santos porque pusieron a Dios en el centro de su vida e hicieron de la búsqueda y extensión de su Reino, el móvil de su propia existencia; santos porque sus obras siguen hablando de su amor total al Señor y a los hermanos dando copiosos frutos, gracias a su fe viva en Jesucristo, y a su compromiso de amar como Él nos ha amado, incluso a los enemigos.

Desde el bautismo, Cristo nos ha escogido a todos uno por uno, nos ha incorporado a esa vida en Él y nos dice: “Ya no eres Pedro, Tomás, María, Juana, no, ya eres hijo de Dios en Cristo”. Y empieza esa tarea de ser santos a la que todos estamos llamados, en el trabajo, en la familia y en el día a día.

San Martín de Porres fue un hombre sencillo, un hombre del pueblo, un hombre humilde, no estaba en el poder, no tenía grandes doctorados, no tenía una plataforma de nada, era como cualquiera de nosotros solo que más humilde, más generoso y el Señor en esa alma, como en la tuya y en la mía, sembró un amor a Cristo que hizo que San Martín no estuviera jamás tranquilo hasta no hacer todo por amor a todos, amigos, no tan amigos, conocidos no tan conocidos, ahí está el heroísmo. ¡Qué fácil es amar a los que te aman! ¡Qué fácil es agradecer a los que te ayudan!

San Martín nos ha dejado una huella en la Iglesia Universal del hombre humilde que se vuelca a toda hora por ayudar a los demás, por escuchar a los demás, por comprender a los demás, por estar con los demás; y uno pensará a veces: ¿Este alto grado de la vida cristiana fue suficiente?

Claro que fue suficiente, no se dedicaba San Martín a hacer milagros, se dedicaba a amar al prójimo, no había en su boca una palabra que no fuera de cariño y de ternura, no había en sus pensamientos nada que fuera de agravio a los demás, no había en su vida comunitaria nada que no fuera obediencia a su misión. Y en ese cumplir cada día con sus deberes, Jesús fue poniendo una luz cada día mayor y hoy vemos que el mundo entero ve en el santo de la escoba el ejemplo del hombre humilde, del hombre que ama al prójimo, del hombre que busca siempre, pero con una caridad que tiene contenido. Al hombre que en medio de su oscuridad se encontró con la luz.

“Yo soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas. Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvarlo” (Jn 12, 46 – 47).

Nuestro Maestro Jesús es la luz para nuestra vida y para el mundo. De una forma muy directa, Él es la luz para nuestro corazón, porque son muchas las tinieblas que encubren nuestra alma, nuestros pensamientos y nuestros sentimientos.

Cuántas cosas oscuras toman cuenta de nosotros, de cuánta oscuridad vive la humanidad, la sociedad y el mundo en que estamos; cuántas cosas confusas se esparcen, se difunden en nuestro medio. Por eso necesitamos permanecer en Jesús.

Jesús no está en la confusión, en el desorden, en la pelea, en la falta de comprensión provocativos, donde simplemente las personas quieren crear discordias unas con las otras. 

Jesús, más que iluminar con conceptos, nos ilumina con la vida y con la gracia, Él quita de dentro de nosotros aquellos sentimientos que impulsan nuestra forma de ser y de actuar.

La luz de Jesús ilumina lo que, dentro de nosotros, está dañando y herido. Incluso podemos tener razón en muchas cosas en la vida, pero toda razón que es herida por el resentimiento, por la herida y por el rencor pierde su razón de ser. 

Nuestro Maestro Jesús es la luz para nuestra vida y para el mundo

A veces, miramos para las personas y ellas viven de las heridas pasadas, viven siempre llevando los mismos traumas y las mismas heridas. Yo pasaría aquí todo el día haciendo letanía de mis dramas de la vida, pero no puedo quedarme en mis dramas, tengo que caminar en la luz que Jesús trajo para aquello que oscurece el camino de mi vida. 

Si en el pasado yo he fui atropellado, yo también he atropellado, necesito ahora caminar en la luz, en la dirección de Dios, necesito escuchar las Palabras de Jesús y ser guiado por Él.

No puedo quedar escuchando la voz de mis resentimientos, de mis rencores, la voz del mundo, la voz de aquellos que creen la falta de sabores, no puedo quedar escuchando “todo y cualquier cosa”.

Escuchemos a Jesús, – como lo hizo San Martín- deja que Él sea la cura y la luz para todas las razones sin razones que hay dentro de nosotros. Él es la luz para nuestra vida y para nuestra existencia.

 “No tengas miedo de la santidad”, nos advierte el Papa (n.32). “No tengas miedo de apuntar más alto, de dejarte amar y liberar por Dios. No tengas miedo de dejarte guiar por el Espíritu Santo. La santidad no te hace menos humano, porque es el encuentro de tu debilidad con la fuerza de la gracia (n.34)”. ¡Que percepción más fuerte!

Desde esta perspectiva podemos entender la fiesta que estamos celebrando: “¿De dónde brotaba en San Martín esa capacidad de amar, de servir, de donarse a los demás tan generosamente?”, “De su profunda vida de unión con el Señor. Sólo el que abre su corazón al Amor que es Dios, y lo acoge, puede luego amar verdaderamente y hacer que el mundo se parezca al Cielo”, respondió nuestro Pastor. 

“San Martín –– contemplaba largas horas a Cristo crucificado, encendiendo su corazón de amor y compasión; de la misma manera, adoraba en el sagrario a Jesús Sacramentado, y con especial caridad se acercaba al sacramento de la Eucaristía; asimismo, tenía una profunda piedad a la Virgen María expresada en el continuo rezo del Santo Rosario, pues estaba cierto que a través de Ella podía llegar más plenamente al Señor.” La Santidad de San Martín también brotaba de su abnegada vida y continua penitencia. “Nuestro santo peruano dormía bajo una escalera con apenas comer lo indispensable. Pasaba la mitad de la noche rezando junto a un crucifijo grande que había en su convento, contándoles sus dolores y problemas”. 

Para San Martín de Porres la humildad, que es vivir en la Verdad, y cuya virtud es fundamento de su santidad: “Con ardor y fidelidad siguió los caminos del Señor, enseñándonos a vivir la comunión con Dios. San Martín tenía el corazón anclado en el Cielo, y vivía dando testimonio de amor a Dios y a los demás, manifestado en un servicio noble y generoso. No sólo auxiliaba a los hermanos de su comunidad que sumaban cerca de doscientos, sino a todos los que necesitaban ayuda fuera de su convento, sin distinción social, de manera especial a los más pobres y abandonados. Precisamente por su humilde servicio San Martín es recordado como el fraile de la escoba”. 

Su amabilidad se extendió hasta los animales, quienes le obedecían en el acto. Conocido es el caso de los ratones que infestaron el convento donde vivía nuestro compatriota, y éste les ordenó que salieran a la huerta donde encontrarían comida, haciéndolo inmediatamente. De igual manera, este santo fue capaz de hacer comer en un mismo plato y al mismo tiempo a un gato, un perro y un pericote. Gracias a este milagro, San Martín es llamado Patrono de la Justicia Social del Perú”. 

Pidamos hoy a este santo mulato, el don de la comunión en nuestro país, y especialmente en nuestra Región: “San Martín es un santo peruano, – con sangre panameña- conoce nuestras pobrezas y miserias. Acerquémonos a él con confianza y pidámosle que nos ayude a buscar el bien común, que interceda por nuestra Región para que haya paz, concordia y amor. Queridos hermanos, queremos que en este mundo brille la solidaridad, la comunión y la reconciliación. Para lograrlo debemos anclar el corazón en el Señor, llevando el amor de Dios a todas las almas necesitadas de Él, como lo hacía nuestro San Martín de Porres”.

  PANAMÁ, acatemos las normas que nuestras autoridades han implementado. Por ti, por los tuyos, por Panamá -Quédate en casa.

† JOSÉ DOMINGO ULLOA MENDIETA, O.S.A.

ARZOBISPO METROPOLITANO DE PANAMÁ