“Unidad, caridad y amor”, Monseñor José Domingo Ulloa

“Unidad, caridad y amor”, Monseñor José Domingo Ulloa

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El Arzobispo de Panamá, José Domingo Ulloa Mendieta, inició su homilía citando tres principios de San Agustín: en lo esencial unidad, en lo dudoso libertad, en todo caridad o amor, que podemos poner en práctica mientras navegamos en este clima de tensión y cambios extremos. 

Respecto a ese primer principio, Monseñor Ulloa dijo que los cristianos debemos mantenernos firmes en lo esencial de la fe cristiana, asegurando que solamente Dios establece los parámetros de nuestra fe y ninguna institución humana está sobre ello. 

“Todos somos valiosos y tenemos una dignidad intrínseca que va más allá de nuestro contexto social, cultural y económico, por lo tanto, toda discriminación va en contra de Dios y debe ser repudiado por todos”, afirmó.

Aseguró que los seguidores de Cristo valoramos la dignidad humana y debemos unirnos para repudiar el racismo y la discriminación a toda costa, y eso conlleva no ceder nuestros principios: por ejemplo, el matrimonio entre hombre, por lo tanto, debemos mantenernos firmes y unidos en defender el plan divino, a pesar de la oposición social y cultural.

Volviendo al segundo principio de San Agustín, señaló que debemos reconocer que hay diversidad de opiniones y posturas en cuestiones no esenciales de la fe cristiana, y que, por esta razón, nos necesitamos unos a los otros para complementar nuestro entendimiento de Dios y nuestra fe. 

Indicó que algunas posturas doctrinales, aunque importantes como para establecer denominaciones, son secundarias en la esencia del cristianismo. Sin embargo, lamentó que algunos líderes cristianos etiquetan a otros como «liberales» o aún peor, como «falsos maestros», solamente porque existen diferencias en doctrinas no esenciales en la fe.

 

A continuación, el texto completo de la Homilía de Monseñor Ulloa desde la capilla de su casa.

Martes IV de Pascua

Mons. José Domingo Ulloa M.

Hermanos y hermanas:

Aprendamos lo que nos dice San Agustín: (en lo esencial unidad, en lo dudoso libertad, en todo caridad o amor).

Agustín nos da tres principios que podemos poner en práctica mientras navegamos en este clima de tensión y cambios extremos.

En primer lugar, los cristianos debemos mantenernos firmes en lo esencial de la fe cristiana. Solamente Dios establece los parámetros de nuestra fe y ninguna institución humana está sobre ellos. Los seres humanos tenemos el honor de ser creados a la imagen y semejanza de Dios.

Todos somos valiosos y tenemos una dignidad intrínseca que va más allá de nuestro contexto social, cultural y económico. Por lo tanto, toda discriminación va en contra de Dios y debe ser repudiado por todos.

 Los seguidores de Cristo valoramos la dignidad humana y debemos unirnos para repudiar el racismo y la discriminación a toda costa.

 Y eso no conlleva a ceder nuestros principios: por ejemplo, el matrimonio bíblico es un pacto entre un hombre y una mujer en una permanente y exclusiva relación. Así que, como seguidores de Cristo debemos mantenernos firmes y unidos defender el plan divino a pesar de la oposición social y cultural.

En segundo lugar, debemos reconocer que hay diversidad de opiniones y posturas en cuestiones no esenciales de la fe cristiana. Por esta razón, nos necesitamos unos a los otros para complementar nuestro entendimiento de Dios y nuestra fe.

Algunas posturas doctrinales, aunque importantes como para establecer denominaciones, son secundarias en la esencia del cristianismo.

Me da tristeza ver que algunos líderes cristianos etiquetan a otros como «liberales» o aún peor, como «falsos maestros» solamente porque existen diferencias en doctrinas no esenciales entre ellos.

Es normal que existan las diferencias de opinión y debemos ser humildes en reconocer que en algunas ocasiones no somos los únicos poseedores de toda la verdad y podemos aprender de otros que también tienen al Espíritu Santo morando en ellos.

Por último, necesitamos ofrecer gracia y amor a todos los que nos rodean sin importar sus creencias o posturas. Jesús nos recordó que el amor hacia nuestro prójimo es la marca permanente de sus discípulos. Como cristianos, debemos amar a todos, aunque ellos nos odien o tengas posturas totalmente en contra de lo que Dios ha establecido.

 Nosotros podemos y debemos mantenernos firmes en la verdad divina, pero necesitamos hacerlo en amor hacia Dios y hacia nuestros semejantes. Es relativamente fácil hablar la verdad sin amor o decir que el amor gana sin la verdad, pero nuestro llamado ha de ser siempre unir la verdad con el amor.

 No hay nada que más duela al corazón de este buen Pastor que las divisiones entre sus ovejas.

“El Papa Francisco alentó a los fieles a que “prestemos atención a las voces que llegan a nuestro corazón. Preguntemos de dónde vienen. Pidamos la gracia de reconocer y seguir la voz del Buen Pastor, que nos saca de los recintos del egoísmo y nos lleva a los pastos de la verdadera libertad”.

La voz de Dios nunca obliga: Dios se propone, no se impone. En cambio, la mala voz seduce, asalta, fuerza: despierta ilusiones deslumbrantes, emociones tentadoras, pero pasajeras. Al principio engatusa, nos hace creer que somos omnipotentes, pero luego nos deja con el vacío en el interior y nos acusa”.

La voz de Dios “nos corrige, con mucha paciencia, pero siempre nos anima, nos consuela: siempre alimenta la esperanza. La voz de Dios es una voz que tiene un horizonte. En cambio, la voz del malo te lleva a una pared, te lleva a la esquina”.

“La voz del enemigo” “distrae del presente y quiere que nos centremos en los temores del futuro o en la tristeza del pasado, el enemigo no quiere el presente: trae de vuelta la amargura, los recuerdos de los males sufridos, de aquellos que nos hieren. Muchos malos recuerdos”.

“En cambio, la voz de Dios habla en el presente: ‘ahora puedes hacer el bien, ahora puedes ejercer la creatividad del amor, ahora puedes renunciar a los remordimientos y remordimientos que mantienen preso a tu corazón’. Nos anima, nos lleva hacia adelante, pero habla al presente: ahora”. Homilía Santa Marta 4 de mayo.

  “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos” (Jn 10, 27-28).

Las ovejas de Jesús escuchan su voz, pero necesito decir que existen muchas voces gritando fuera de nosotros, porque el mundo está allí con propagandas, invitaciones y muchas cosas para nos atraer.

Abrimos nuestras redes sociales, las computadoras, conectados la televisión, la radio… y tienen voces todo el tiempo, con propagandas, negocios y ofertas.

Crean el mejor lenguaje posible para hablar con nosotros y nos tiran; entonces, nosotros nos prendemos, quedamos tocados, comenzamos a escuchar y comenzamos a pensar todo aquello como muy bonito y bueno. Pensamos: “¡Era eso era lo que yo necesitaba escuchar!”, y fácilmente nos dejamos seducir.

Después, hay voces que están gritando dentro de nosotros, que son nuestras carencias, nuestras necesidades, también aquello que, dentro de nosotros, está herido, dañado; son nuestros miedo, recelos y temores, son las búsquedas que tenemos en la vida, es la sed que grita dentro de nosotros.

 Son voces de parientes de amigos, de personas que no son tan amigas. Todo el mundo tiene una opinión a dar, un consejo a orientar. Son muchas cosas que decirnos, que nosotros nos perdemos en el enmarañado de cosas que las personas dicen.

 

Estamos en un mundo donde todos tiene razón, donde todo el mundo sabe de todo y es dueño de todo, donde todo el mundo es doctor, sabio y conoce de todo.

Somos ovejas del redil de Jesús y necesitamos escuchar a nuestro Maestro y Pastor

Delante de muchas voces confusas, si no sabemos silenciar el alma ni el corazón, seremos personas sin discernimiento, perdidas en el camino y sendas de la vida. Especialmente, no vamos a saber escuchar la voz del Pastor, estaremos siendo llevados para de un lado para el otro todo el tiempo.

Somos ovejas del redil de Jesús, y necesitamos escuchar a nuestro Maestro y Pastor. Si no silenciamos el ruido y desorden, muchas veces en la cabeza y en el corazón, no lo vamos a escuchar a Él cautivando nuestra mente y nuestro corazón.

Escuchemos a Jesús, silenciémonos a nosotros mismo, silenciemos estos gritos que están clamando dentro de nuestro ser. Es por eso que tenemos muchos tormentos, muchos dolores de la cabeza, inquietudes, perturbaciones, insomnio o sueño excesivo, porque hay muchas cosas gritando, reclamando.  Es necesario silencio para escuchar la voz profunda del Maestro.

El Maestro nos da la vida eterna para que jamás nos perdemos, porque nos perdemos muy fácilmente, nos perdemos dentro de nosotros, en el medio del enmarañado de cosas que tenemos de hacer. Necesitamos encontrarnos y creer para que nadie nos arranque de las manos de Jesús.

Escuchemos su voz para permanecer en Jesús, y para que Él permanezca en nosotros.

 

  PANAMÁ, acatemos las normas que nuestras autoridades han implementado. Por ti, por los tuyos, por Panamá -Quédate en casa.

 

† JOSÉ DOMINGO ULLOA MENDIETA, O.S.A.

ARZOBISPO METROPOLITANO DE PANAMÁ