Poner toda la confianza en las promesas de Dios

Poner toda la confianza en las promesas de Dios

Basta de miedos, de rutinas vacías y de falsas seguridades. Esto es lo que nos pide la Palabra esta semana. La acción sugerida es comportarnos como personas de fe. No autómatas ni fanáticos, sino hijos que tiene plena confianza en su Padre. 

Tal vez, lo primero que implica este llamado es perder el miedo. Hoy vivimos tiempos de mucho miedo. El temor más grande parece ser el de vivir a plenitud. Le tememos al fracaso, al ridículo y al empezar de cero.

El Señor nos está pidiendo que tengamos plena confianza en sus promesas y nos abandonemos a sus criterios. Eso quita el miedo. Y también previene de los sectarismos y la falta de unidad.

Entonces otra acción que surge de esta primera es la de hacer comunidad, la de bajarse del pedestal que nos hace creer que “lo nuestro, lo mío” es lo mejor, y empezamos a convivir con los demás, nos sumamos al trabajo parroquial y diocesano.

Porque a veces confiamos más en las propias rutinas, en las maneras de hacer las cosas que ya son costumbre, y nos cerramos a la acción de Dios, que a veces se expresa en la llegada “del nuevo” al grupo, ese que trae ideas innovadoras, aunque a veces me roben protagonismo.

Abandonarse en Dios también implica creer sin credos particulares, sin seguridades individuales. Dejarse guiar por la luz de Dios que se transmite en su Iglesia, con sus pastores y sus líderes laicos. Eso es fe.

Echar a un lado las vanidades del ego, dejar de confiar en los estudios, las relaciones y las posesiones para poner en manos de Dios, para que sea Él quien vaya marcando el camino: eso es confiar en el Espíritu.

 ¡Ánimo!