Antes tejían solo por tener un pasatiempo, ahora un grupo de mujeres ha conseguido un sentido para seguir entrelazando hilos. Confeccionan pequeñas cunas para contribuir con la obra de caridad que realiza la Fundación Huellas de Ángel.
Por Marianne Colmenárez
Hace más de un mes, Mariangélica Lasso, laica comprometida y miembro de la Fundación Huellas de Ángel publicó en su cuenta de Instagram un video en el que explicaba detalles del propósito de tejer cunitas para bebés no nacidos. Recordaba en su sustancioso mensaje que, sin importar el tamaño del bebé fallecido, era un ser humano que merecía respeto y un trato digno.
Esta publicación vista, casi 10,000 veces, causó impacto en muchas personas que desconocían que en los hospitales públicos o privados tenían la práctica de entregar el cuerpo del bebé sin vida envuelto en una bolsa de basura, papel manila y hasta cajas de zapatos.
“Este post motivó a un grupo de mujeres interesadas en contribuir con este proyecto que ejecuta desde hace años la Fundación Huellas de Ángel. Gracias a las donaciones de personas de buena voluntad podemos donar las cunitas tejidas y Cajas de Recuerdos a los hospitales públicos y privados, para que sean entregados a las familias que pasan por el sufrimiento de perder a ese hijo o hija que tanto esperaban”, afirma Mariangélica.
Estas cajas de madera van acompañadas de la cunita tejida donde se pondrá al bebé, un dije de corazón (mitad para la familia y mitad para el bebé), un pequeño cofre para recolectar cabello del bebé, papelería para toma de huellas de manos y pies, certificado de nacimiento y una nota con mensaje de parte de la fundación.
Destaca que, esas prácticas equivocadas se vienen realizando en centros hospitalarios privados o públicos por desconocimiento y porque no existía una alternativa. “En las capacitaciones conversamos con el personal médico sobre la muerte gestacional y perinatal; a su vez donamos las cunas y cajas a la sala de neonatología, pediatría y ginecología. La idea es que estén más preparados para que sepan apoyar de una manera más empática a las pacientes que pasen por estas experiencias”.
Una red de tejedoras
Una de las primeras en confirmarle a Mariangélica su deseo de colaborar como tejedora voluntaria, fue la niñera de sus tres hijos. “Me emocioné al ver por primera vez la cunita y de una vez ofrecí todos los hilos que tenía para comenzar a tejer”, expresa Carmen Elizabeth Díaz.
Solo dos horas del día utiliza para elaborar una cunita, aprovecha sus tiempos libres para esta misión, logrando tejer 20 de diferentes colores desde que se hizo colaboradora.
Mariela Mckay, otra voluntaria de 68 años, encontró por casualidad la publicación compartida por @soymarylasso y @huellasdeangelpanama donde mostraban las cunitas tejidas.
“Escribí enseguida para pedirle las medidas y decirles que iba a colaborar con la obra. La verdad me llegó profundamente al corazón. Le hablé a varias amigas, ahora una de ellas está en plena labor de tejido con la cooperación de sus primas que donan las lanas”, comparte Mariela.
Esperaban a Dominique
Ana Cristina Endara y su esposo Derek Donati se enteraron de la pérdida de su bebé el 2 de agosto de 2023. Siete días después, Ana Cristina fue intervenida para la expulsión de su hija Dominique, quien tenía 18 semanas de gestación.
“En mi caso, yo recibí la caja antes de mi procedimiento, por lo cual fue una grata sorpresa saber que entre su contenido estaba esta pequeña cunita tejida a mano. Yo utilice la cunita para colocar a Dominique y poder cargarla”, expresa Ana Cristina.
Manifiesta que su hija era del tamaño de su mano y con la piel delgada y resbaladiza. “La cunita me permitió cargarla bien, sin miedo, para poder conservarla como estaba. Logré tomar unas fotos hermosas, en las que se puede ver en el fondo la cuna donde ella estaba. Esto hizo aún más especial el uso de la cuna, porque era un lugar digno donde la tenía acomodada”, comenta.
Ana conserva en su caja la cunita, la sabana, una ropa que le había comprado para cuando naciera, un libro pequeño que sus hijos mayores Daniela y David le habían escogido, una pulsera diseñada por sus niños y recuerdos del embarazo como ultrasonidos y fotos.
Misión de vida
En el año 2015, Mariangélica Lasso y su esposo Héctor Chang pierden a su hijo Marco Aurelio. Fallece a las 30 semanas de gestación. Después de múltiples estudios, se desconoce la causa de su muerte.
“Marco es nuestro segundo hijo, siempre lo recordamos como tal y para nosotros es muy importante darle su lugar. Tenemos cuatro hijos: tres en la Tierra y uno en el cielo, sólo el pensar que hay alguien que intercede por nosotros desde el cielo nos llena de gozo y alegría”.
Luego de vivir su duelo y ver las señales que Dios colocaba en su vida, Mariangélica escribe un libro en el que narra un camino de fe y esperanza en medio del dolor y la adversidad, se hace también miembro de la Fundación Huellas de Ángel y estudia tanatología con el propósito de ayudar a más personas.
En este sentido, ha asumido con responsabilidad la misión de servir como facilitadora de las capacitaciones que se dan en los hospitales, ha creado grupos de apoyos en las parroquias y promueve el tema por sus redes y en todos los espacios en donde tiene la oportunidad de expresarse.
“Para los padres con hijos en el cielo es muy triste que no le reconozcan a ese hijo que ha perdido en el plano terrenal. Este bebé debe ser contado, aunque físicamente no esté aquí”, expresa.
Agrega, que sin querer se cometen imprudencias con las cuales se pueden herir a quienes han pasado por situaciones de duelo como ésta.
“El mismo Dios que creó el cielo y la tierra, también creó a esos niños con un propósito de vida y su misión fue cumplida antes de nacer al mundo. Es una gracia poder comprender y creer esto, pidámosle pues al Señor que derrame su gracia sobre nosotros y que entendamos que para el que cree no hay casualidades, solo caminos y propósitos de salvación”, reiteró.