Creo que todos hemos pasado por momentos difíciles. Yo los he tenido y bien tétricos y aunque la oración y estar en confianza en la voluntad de Dios debe ser lo primordial, somos humanos que requerimos de cariño y la empatía de nuestros cercanos ante momentos duros es un gran antídoto para recuperar las fuerzas y salir adelante. Hace bastante tiempo cuando estuve pasándola mal fueron mis amigos los que me dieron esas energías para seguir sonriendo y ahora me siento súper feliz y agradecida con ellos por su apoyo. Y es cierto, a todos nos gusta que nos presten atención y nos den ese confort tan necesario, sin embargo, muchas veces personas de afuera y que no conocen la historia que estamos viviendo pueden venir a tratar de entrometerse para criticar la debilidad que tenemos o pueden armar nuevas historias en base a lo que ven solamente.
Y ese pensar que es muchas veces erróneo porque se cimienta en base a lo que se ve por encima, puede causar estragos ante la imagen de la persona afectada.
Muchas veces huimos de abismos que nosotros mismos fomentamos en nuestras situaciones, nos toca darnos cuenta que debemos ser lo que queremos ver en el mundo y ser conscientes que en serio las personas no exageran los problemas, muchas veces es porque de verdad así se sienten y necesitan una mano amiga que los socorra y escuche. Anímate a practicar la empatía y cuando veas un hermano decaído, no lo ignores o pienses que está siendo dramático, puedes convertirte en esa mano amiga que la persona en su silencio pide por auxilio para sentirse mejor y superar sus adversidades.