Cumplir nuestros sueños, alcanzar nuestras metas y nunca olvidarnos de Dios. Por eso, el propósito de este año 2021 es dar sentido a nuestras vidas, a pesar de la adversidad.
Mónica Muñoz
El ser humano fue hecho para ser libre y decidir qué hacer con su vida: caminar a donde le dé la gana, dirigirse hacia el sitio en donde es feliz, reunirse con personas a las que ama o formar círculos de amigos con los que comparte aficiones y se siente aceptado e identificado. Por eso es que, cuando voluntaria o involuntariamente, se ve forzado a confinarse, suele caer en depresión, y, a veces se desespera tanto, que quisiera morir.
Pienso, por ejemplo, en aquellos que son sometidos a un proceso penal y que son sentenciados a pasar cierta cantidad de años en prisión, por supuesto que el temor se apodera de ellos al saber que estarán lejos de su familia y de su vida en el exterior, para permanecer encerrados mucho tiempo. Cualquiera puede imaginar la angustia que esas personas sienten, porque independientemente de si son culpables o no de lo que se les imputa, entendemos que, ver truncado el derecho a ser libre, debe ser terrible.
Pero, el punto es que, a pesar de que el panorama esté cubierto de hipotéticas nubes negras, al final del camino siempre aparecerá la claridad. Tenemos muchos ejemplos en seres humanos que han estado prisioneros y, aún así, han podido narrar algo bueno de tan espantosa experiencia, obteniendo un aprendizaje invaluable.
Uno de ellos fue el doctor Viktor Frankl, nacido en 1905 en Austria, de familia judía, y que, en 1942, durante la Segunda Guerra Mundial, fue deportado junto a su esposa, padres, hermano, cuñada, amigos y colegas a un campo de concentración. Él estuvo en cuatro campos, incluyendo Auschwitz. Sólo él logró sobrevivir. Después de ser liberado, pasó varias semanas averiguando si su familia estaba viva. Poco a poco se fue enterando de la muerte de cada uno, pasando por un profundo dolor, soledad y vacío.
Que pronto podamos superar el desastre de la pandemia, anhela el mundo entero.
A pesar de tantas calamidades, regresó a Viena y retomó su vida. Fue nombrado jefe del Departamento de Neurología de la Policlínica de Viena, puesto que ocupó durante 25 años. Ejerció como profesor de neurología y psiquiatría en la Universidad de Viena y en otras universidades, incluso en Estados Unidos. Hizo un doctorado en Filosofía y recibió muchos reconocimientos.
Hace unos días, encontré un video en el que una figura del espectáculo platicaba su experiencia en el reclusorio. La entrevista fue larga, sin embargo, algo que me pareció conmovedor fue cuando relató su ingreso al penal, llena de miedo por lo que podrían hacerle, pero, lejos de lo que esperaba, las internas la rodearon y rezaron por ella un rosario. “Yo era atea”, confesó la mujer al entrevistador, pero, siguió narrando, ahí me dijeron que tenía que creer en algo porque si no, no lo iba a lograr. Finalmente, al ser liberada y después de lidiar con el hecho de tener que volver a integrarse a la sociedad, supo que su misión era hablar de su experiencia y alentar a esas mujeres que siguen encerradas a no temerle a la vida afuera del reclusorio.
Seguramente hemos conocido personas que se han levantado después de caer estrepitosamente, y puede ser que nos preguntemos, ¿en qué basan su fortaleza? Creo que estos ejemplos nos pueden ayudar a obtener una respuesta. El ser humano fue creado por Dios para conocerlo, amarlo y servirlo en esta vida y ser feliz con Él en el cielo.
Así es que, ánimo, oremos y trabajemos para que pronto podamos superar el desastre de la pandemia.