Que la esperanza sea el signo, y nunca el miedo

Que la esperanza sea el signo, y nunca el miedo

Con demasiada frecuencia caemos en ex- presiones de temor sin fundamento, y aun teniendo toda razón para temer, el miedo se contradice en todo con la confianza que debe caracterizar al cristiano. 

Esta semana el Señor nos está diciendo “levántate y no tengas miedo”. Es algo así  como: “nada de lo que ocurre a tu alrededor, todas esas malas noticias, esas amenazas de epidemia, el mal de algunos hermanos y la falta de cosas materia- les pueden vencer…; ya Yo vencí al enemigo, y eso no es reversible”. 

Se trata pues de alimentar una actitud optimista, de esperanza, de luz, de afrontar con valentía el presente y confianza el futuro. 

Por supuesto esto significa que debemos poner todo el empeño en el trabajo para que las cosas vayan bien. Nada de cruzarse de brazos. Por el contrario, vamos a levan- tar puentes de paz y caminos de fe, con obras concretas hecha con base en la caridad y la hermandad. 

Enfrentemos, pues, cada día de esta se- mana esa actitud de buena noticia. Cuando los parientes, vecinos, amigos y compañeros de faena vengan con su mal augurio, con su fatalismo y sus nubes negras, respondamos con una sonrisa llena de luz y confianza en Dios, y actuemos en consecuencia con ello. 

Contagiemos a quienes están a nuestro alrededor con esa jovialidad propia del cristiano que tiene su esperanza puesta en algo superior e insuperable. 

Nada de lo que el mal pretenda puede resultar, si el cristiano lo enfrenta con plena confianza en Dios. Recordemos, no significa cruzarnos de brazos, sino trabajar con la fe puesta en el que ya venció a la muerte. 

¡Ánimo!