Este año, el vicariato darienita cumple 100 años, por lo que las diez zonas misioneras se preparan para la gran celebración, que incumbe a todo el país.
Por Karla Díaz
La zona misionera de La Palma, en el Vicariato Apostólico del Darién, está de fiesta, ya que cuentan con un nuevo templo, una estructura bien cimentada que les permitirá reunirse como iglesia viva para compartir la Palabra y vivir los sacramentos.
En La Palma son atendidos por los sacerdotes Claretianos Josué Lemus de Honduras y el panameño Aldo Ardines, quienes tienen ya varios años acompañando a esta comunidad en su caminar pastoral y que precisamente durante su llegada en el año 2020 se encontraron con la realidad de un templo en muy malas condiciones, con una estructura que había cedido en su totalidad.
Por esta razón, aquel templo tuvo que ser cerrado el 31 de mayo de 2021, y desde ese mismo momento la gente se organizó con distintas actividades como: tómbolas, rifas, ventas de comida y donaciones para poder levantar su iglesia.
Entrega y dedicación
Los fieles de la zona de La Palma son personas que, a pesar de no contar con un espacio físico durante este tiempo, han perseverado en la fe. Son fieles de comunidades indígenas, afro y campesinas, fieles a sus tradiciones y con mucha devoción. Son ellos, el vivo ejemplo que con el trabajo en equipo se puede alcanzar los sueños y por eso pudieron restaurar el templo dedicado a San José, en cuatro grandes etapas.
Así lo dio a conocer el padre Aldo Ardines, quien destacó que la primera etapa fue levantar un muro en la mitad del templo para reforzar. Luego el proceso más difícil y largo fue rellenar el muro, para lo que se utilizaron muchos camiones con tosca y tierra.

La siguiente etapa fue reforzar el piso, donde se colocó una malla metálica; y la cuarta etapa fue el tema de las baldosas, revestir las paredes, pintar todo y ultimar detalles para poder reabrirlo el 1 de febrero de este año.
“Todo esto se pudo hacer con la ayuda y el trabajo de la gente de la comunidad que se esforzó vendiendo rifas, comidas y también las donaciones. Pero, además, recalcamos una colaboración muy importante que hizo el Vicariato del Darién, y fue su aporte para la compra de materiales; así mismo los misioneros Claretianos”, dijo el sacerdote. Después de casi tres años, la comunidad de La Palma logró la reapertura del lugar, gracias a mucho esfuerzo y perseverancia.
Son muchas las realidades, pero la gente es de fe, y con nuevo templo se acrecienta la esperanza.
Población inquebrantable
Durante el tiempo que no se contó con un templo físico, las eucaristías se realizaron en las canchas del pueblo; por ello, destaca el sacerdote, se pudo mantener el ritmo de las misas y la animación de la gente que nunca se detuvo.
El trabajo pastoral de la zona de La Palma, incluye giras a comunidades como Tucutí, en río Balsa. Estas visitas, realizadas varias veces al año en piragua, resultan costosas.
“También está la zona terrestre que visitamos más a menudo, donde se realizan catequesis, vemos más lo social, hacemos visitas a los enfermos, sobre todo para mantener el equipo de animación pastoral”, puntualizó el sacerdote.