Recomendaciones para los ministros lectores

Recomendaciones para  los ministros lectores

Javier Sánchez Martínez

Estas recomendaciones van dirigidas a los lectores de la Palabra de Dios en las celebraciones litúrgicas. Un servicio litúrgico de quien sabiendo la importancia de lo que lee, sabe proclamar en público la Palabra de Dios sin arrogancia, ni protagonismo alguno. 

* El lector debe entender la Palabra que proclama; si no la entiende, no puede darle el sentido que tiene. Primero debe ser oyente de esa Palabra -haberla leído antes, captado, rezado- y luego será el portavoz para la Iglesia.

* Clara conciencia de que en ese momento se convierte en portavoz de la Palabra de Dios, en su altavoz, para que todos escuchen la Revelación que se da. En consecuencia debe ser fiel transmisor de una Palabra que procede de Dios.

* Hay que tener especial cuidado con las palabras difíciles, nombres inusuales, estilo de la misma lectura (poético, narrativo, exhortativo, etc.), y por eso es bueno repasar ante las lecturas.

* El lector comunica la Palabra de Dios no sólo con las palabras pronunciadas correctamente (claro, no precipitadamente) sino también con el convencimiento, el tono, el volumen, las inflexiones de voz según las frases. 

* Antes de comenzar, cerciorarse de que es la lectura correcta: el libro debe estar abierto (y si no abrirlo por la cinta que debe estar de modo lateral), fijarse en el día de la semana en que se está o en qué fiesta o solemnidad. 

* El lector o los lectores deben acercarse dignamente al ambón para leer, sin carreras ni precipitación, con dignidad, y al final, dejar la cinta del leccionario bien colocada, de manera lateral y no hacia abajo, evitando que desaparezca entre las hojas del libro y evitar confusión alguna al siguiente lector.