El pesebre en Adviento nos dice: “vuelve a comenzar en tu vida”. El pesebre en Navidad, con el Niño Jesús en él, Dios con nosotros da plenitud al pesebre y dice: “vuelve a comenzar tu vida, pero con Jesús en el centro”, “porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; lleva al hombro el principado, y es su nombre: Maravilla de Consejero, Dios Guerrero, Padre Perpetuo, Príncipe de la Paz” (Is 9,2-7).
El Nacimiento de Jesús es EL REGALO. El Padre nos da en Navidad “lo que la humanidad necesita”, no lo que la humanidad quiere. Vale aquí un buen consejo para los padres de familia y para los jóvenes, los hijos: querido papá, querida mamá, “no den a sus hijos lo que ellos quieren sin más, sin meditar bien lo que quieren. Den a los hijos lo que ellos necesitan y tu corazón de madre y de padre sabe que tu hijo necesita, así como Dios lo hace con nosotros”. Y tú, querido joven, querido hijo, “ama a tus padres y no pidas lo que quieres sin más, mira en tu corazón y pide lo que verdaderamente necesitas para ser mejor hijo, mejor hermano, mejor cristiano” y te encontrarás con lo que verdaderamente te dará la felicidad que mereces. Dios nos ama, y como Verdadero Amador, no nos dará nunca lo que Él sabe que no nos va a ayudar, a realizar. Él es el Regalo para ti. Tú eres el Regalo para Él: “Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo Único, para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16).
La Navidad “es un don del Padre y del Hijo“ y tras la leyenda que envuelve al nacimiento de Jesús (Mt 2,1-12; Lc 2,1-20), lo que meditamos en realidad es el comienzo de una nueva forma de ver a la humanidad. El nacimiento de Jesús inicia, no solo el reencuentro del hombre con el hombre, sino, y lo más importante, el del hombre con Dios a través de la gracia. Decimos que Jesús es el Hijo de Dios, el mediador que nos informa con su ejemplo de vida cuál es el camino para la salvación del hombre.
¿A qué viene Dios con nosotros?
A recordar al hombre su divinidad, su dignidad y su participación en la divinidad de Dios. Que somos PARTE de Dios; y es como si Dios sin nosotros se sintiera incompleto. Es Jesucristo que se comunica, que se hace vida, presencia, que se hace sacramento para nosotros. No es sólo un recuerdo, es una realidad; no es solo un aniversario, es la actualización del misterio Encarnado. Compartimos con Jesús SU DIVINIDAD, porque Él ha querido compartir NUESTRA HUMANIDAD. El que ya existía antes, como Dios, se nos hace presente como hombre. El que era invisible, ahora se nos hace visible y cercano. El que es eterno, ha querido entrar en nuestra historia.