Renunciar a aquello que nos aleja de Dios y de los demás

Renunciar a aquello que nos aleja de Dios y de los demás

Poder, placer y poseer. Esas son las tres grandes tentaciones de la vida. Estar o sentirme por encima de los otros; usar a los otros para obtener gozo sensorial; y tener más y más bienes materiales que los otros, para regodearme en la vanidad. Jesús también sufrió estas tentaciones, y nos dejó un ejemplo de cómo sortearlas, apoyado en la Palabra -que es Dios mismo presente y actuante- y en un carácter firme y bien formado.

Una fórmula que la Iglesia, inspirada por su Señor que la encabeza, propone el ayuno como camino para escapar de estas tentaciones.

Esta semana nos marca el inicio de un camino de abstenciones que nos pueden hacer más ligero el paso. Podemos empezar por el uso del celular, por ejemplo, porque tantas veces en lugar de acercanos nos aleja de los amigos y la familia. También podemos privarnos de la comida que tanto me gusta, o de la bebida alcohólica. Todo esto tienen como fin introducir en la existencia del hombre no sólo el equilibrio necesario, sino también el desprendimiento de lo que se podría definir como “actitud consumista”.

Lo mismo puede aplicarse a la televisión, al uso del vehículo automotor, del cine o el sexo… renunciar al gozo que nos causan, a su comodidad, a su placer, para dedicar ese tiempo, ese dinero y esas sensaciones a otros, agradar a los demás.

Quitar cosas que nos alejan de los hermanos, y permitir que sean ellos los que estén en primer lugar. Eso es tremendo ayuno, y la Cuaresma es el tiempo ideal para practicar estas renuncias. Solos no podremos. Con ayuda de Dios, sí. ¡Ánimo!