SANTIDAD ES SEMBRAR PAZ A NUESTRO ALREDEDOR

SANTIDAD ES SEMBRAR  PAZ A NUESTRO ALREDEDOR

Miguel A. Keller OSA

En la celebración de la Eucaristía, la liturgia sitúa entre el Padre nuestro y la recepción del cuerpo del Señor el “rito de la paz”, que incluye un gesto de saludo fraterno, el recuerdo de la promesa de Jesús (mi paz les dejo, mi paz les doy) y una oración pidiendo la paz. 

Las actuales medidas de aislamiento y distanciamiento impiden realizar el gesto fraterno del abrazo o el apretón de manos, pero no pueden hacernos olvidar las palabras del Señor: «Felices los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios»

La paz es lo contrario a la guerra, a la violencia, a los enfrentamientos y distanciamientos. Que tienen su máxima expresión en los conflictos armados, que destruyen naciones, siembran la muerte, aumentan la pobreza, deshumanizan y destruyen la convivencia entre los pueblos. Todos, seguramente, recordamos los nombres de países y regiones asoladas hoy y desde hace mucho tiempo por guerras y conflictos armados. 

Pero hay también otras pequeñas guerras en las que todos con frecuencia nos involucramos, en la familia, el trabajo, la política, la convivencia social. En numerosas ocasiones el Papa Francisco se ha referido a estas guerras, que no necesitan armas para matar y destruir, sino que usan simplemente la palabra para hacer daño: insultos, calumnias, murmuraciones, “bochinches” … “Para nosotros es muy común ser agentes de enfrentamientos o al menos de malentendidos. Por ejemplo, cuando escucho algo de alguien y voy a otro y se lo digo; e incluso hago una segunda versión un poco más amplia y la difundo. Y si logro hacer más daño, parece que me provoca mayor satisfacción. El mundo de las habladurías, hecho por gente que se dedica a criticar y a destruir, no construye la paz. Esa gente más bien es enemiga de la paz y de ningún modo bienaventurada”. (Francisco, Gocen y alégrense, GE 87).

La cultura panameña –y nos molesta que nos lo digan, precisamente porque es cierto- es muy amiga del bochinche. Tenemos aquí un serio llamado a la conversión para vivir el Evangelio y contribuir a la convivencia pacífica en todos los ámbitos y niveles. Y la Iglesia panameña nos ha recordado en muchas ocasiones otra exigencia fundamental: la paz es fruto de la justicia. Lo cantamos en la Misa, lo afirmó proféticamente la Conferencia de Medellín, lo repite continuamente la Doctrina Social de la Iglesia. Un sistema económico de mercado que valora más el lucro que las personas, una globalización insolidaria, una creciente e insultante brecha entre ricos y pobres, una “economía de la exclusión y la inequidad, que mata” (la expresión es del Papa Francisco), están en la raíz de la violencia existente entre los pueblos, los grupos sociales y las personas. Una violencia causada por “la idolatría del dinero, el avance de una ideología individualista y utilitarista, el irrespeto a la dignidad de cada persona, el deterioro del tejido social, la corrupción, incluso dentro de las fuerzas del orden, y la falta de políticas públicas de equidad social”. (D. Aparecida 78). 

Y de todo esto también sabemos mucho por desgracia en Panamá, uno de los países del mundo con peor distribución de la riqueza. 

“Los pacíficos son fuente de paz, construyen paz y amistad social. A esos que se ocupan de sembrar paz en todas partes, Jesús les hace una promesa hermosa: «Ellos serán llamados hijos de Dios» ( Mt 5,9). Él pedía a los discípulos que cuando llegaran a un hogar dijeran: «Paz a esta casa» ( Lc 10,5). La Palabra de Dios exhorta a cada creyente para que busque la paz junto con todos (cf. 2 Tm 2,22), porque «el fruto de la justicia se siembra en la paz para quienes trabajan por la paz» ( St 3,18). Y si en alguna ocasión en nuestra comunidad tenemos dudas acerca de lo que hay que hacer, «procuremos lo que favorece la paz» ( Rm 14,19), porque la unidad es superior al conflicto”. (GE 88).

No es fácil construir la paz evangélica que no excluye a nadie, sino que integra a todos. Pero el Señor nos llama a ser “artesanos de la paz, porque construir la paz es un arte que requiere serenidad, creatividad, sensibilidad y destreza”. (GE 89).