Santo Tomás de Villanueva y San Agustín

Santo Tomás de Villanueva y San Agustín

La espiritualidad de los dos santos agustinos coincide en su actitud de servicio, la responsabilidad en el compromiso pastoral y la preocupación por los pobres.

Miguel A. Keller OSA

“Vidas paralelas” es el título de una obra del autor clásico Plutarco, que recoge la biografía de algunos personajes famosos de su época, agrupándolos de dos en dos y subrayando sus semejanzas (Alejandro y Julio César, por ejemplo). También nosotros podríamos decir que fueron realmente paralelas las vidas de San Agustín y Santo Tomás de Villanueva.

La memoria litúrgica de Sto. Tomás de Villanueva se celebra el 10 de octubre. Es uno de los santos de la Orden de San Agustín más importantes y más conocidos. Un santo agustino, o yo diría más bien un agustino santo. Es decir, un religioso agustino que llegó a ser santo viviendo el carisma y la espiritualidad agustiniana.  Y que incluso en su biografía tiene rasgos muy parecidos a los del mismo Agustín de Hipona, a pesar de estar separados cronológicamente por más de diez siglos. 

Tomás García Martínez, el futuro Santo Tomás de Villanueva, nace en 1486 en Fuenllana, una pequeña población cercana a Villanueva de los Infantes, donde residirá permanentemente su familia y de dónde luego tomará el santo su nombre. Un ambiente no muy distinto, salvas las lógicas diferencias, al del pequeño municipio de Tagaste, cuna de Agustín.

Tanto Agustín como Tomás destacan por su capacidad intelectual y llegan a ser profesores.

Las familias de ambos son de clase media y presentan también una característica común. En la familia de Agustín, de padre pagano, destaca la fuerte identidad cristiana de su madre Mónica, que le marcará para siempre, como él mismo confiesa: recibió el nombre de Cristo junto con la leche materna.

De igual forma, dentro de la familia profundamente cristiana de Tomás, el niño será marcado para siempre por la profunda caridad cristiana de su madre, Lucía, que le inculcó su generosidad con los pobres. Todos hemos oído seguramente las significativas anécdotas de cómo el pequeño Tomás atendía en ausencia de sus padres a los pobres que llegaban a pedir limosna a su casa, dándoles comida, trigo, gallinas y hasta su propia ropa.

Otro rasgo común a nuestros dos santos es también su notable inteligencia, que les hace sobresalir en sus estudios y anima a sus padres a esforzarse para ofrecerles una formación superior. Pasada la adolescencia, Patricio y Mónica buscan la forma de que Agustín continúe estudiando primero en Madaura y luego en Cartago, el mejor escenario de la época para los estudios que hoy llamamos universitarios. De igual manera, a los 15 años Tomás comienza a estudiar en la prestigiosa Universidad de Alcalá de Henares, recientemente fundada por el Cardenal Cisneros y ya famosa por su excelencia en el ámbito académico español. Más tarde pasará a la Universidad de Salamanca.

Tanto Agustín como Tomás se significan como buenos estudiantes, destacan por su capacidad intelectual y llegan a ser profesores de estudios superiores. Agustín enseña Retórica y Tomás es catedrático de Artes, dos ramas que coinciden en su contenido humanista y que serían equivalentes hoy, por ejemplo, a Filosofía y Letras, Humanidades e incluso Derecho.

Continuarán los dos progresando académica y profesionalmente, aunque en este momento de sus vidas se mueven en un contexto diferente. Agustín es entonces un activo maniqueo y viaja a Italia, primero a Roma y después a Milán, en busca de promoción social y académica, llegando a ser nombrado orador imperial. Tomás, en cambio, es un cristiano convencido, profundiza en los estudios teológicos y se traslada a Salamanca, cuya ya famosa Universidad le ofrece una cátedra para enseñar filosofía.

Las familias de ambos santos son de clase media y tienen una característica común.

Continuando este resumido y comparativo recorrido biográfico, llegamos a un mayor acercamiento y coincidencia entre Agustín y Tomás, porque se va a producir un gran cambio en la vida de ambos. Agustín va a cumplir 33 años cuando, como fruto de las oraciones de Mónica, de su contacto con san Ambrosio y de su propio itinerario personal, se convierte definitivamente al cristianismo y comienza a prepararse para el bautismo. Poco después de cumplir los 30 años, Tomás ingresa como novicio en el Convento de San Agustín de Salamanca, iniciando su preparación para la profesión religiosa y la ordenación sacerdotal.

Agustín regresa a su natal Tagaste, y comienza una vida de consagración a Dios, oración y contemplación, estudio de la palabra de Dios en diálogo con sus amigos, formando con este “santo propósito” la primera comunidad agustiniana. Pero poco después acepta la petición de la comunidad cristiana para servirla primero como sacerdote y después como obispo. Tomás, ya Fray Tomás de Villanueva, se integra en la comunidad agustiniana de Salamanca, es ordenado sacerdote y comienza a servir a la Iglesia en el estudio, la oración y el servicio pastoral.

La espiritualidad de los dos santos agustinos coincide también en su actitud de servicio, la responsabilidad en el compromiso pastoral y la preocupación por los pobres. Un modelo valioso y actual, no sólo para los pastores de la Iglesia.