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Seamos dueños de sí mismos

Seamos dueños de sí mismos

La templanza es una palabra que no se escucha muy seguido en nuestros días, pero es una de las cuatro virtudes cardinales, lo que significa que tiene un papel fundamental en una vida virtuosa. 

Hay una serie de necesidades humanas que deben ser satisfechas, como comer y beber. Estas necesidades permiten a la vida humana preservarse. 

Sin embargo, hay bienes que se han de disfrutar dentro de los límites permitidos que Dios ha querido para nosotros, y nuestros deseos se han de ajustar a estas medidas y reglas, como en el caso del deseo sexual. 

San Juan Pablo II, dijo que “un hombre templado es uno que es dueño de sí mismo. Aquel en quien las pasiones no prevalecen sobre la razón, la voluntad e incluso el ‘corazón’. ¡Un hombre que puede controlarse! … Incluso esta virtud es indispensable, para que el hombre sea completamente hombre. 

La templanza también es ejercer moderación al ser demasiado celoso, incluso en nuestras comunicaciones con los demás y, en cambio, ser caritativo y equitativo en intercambios o diálogos, especialmente con aquellos de  opiniones diferentes.

El placer en sí mismo no es malo, pues es parte integrales que son necesarias para la supervivencia del hombre. Es apropiado y razonable que hagamos uso de estos placeres en la medida en que sean necesarios para nuestro bienestar o el de la humanidad. 

Existen vicios que atentan contra la templanza, por ejemplo: la gula, la lujuria y la intemperancia, que es alejarse del orden de la razón. Todos estos vicios pueden ser combatidos con la oración y la fuerza de voluntad personal. 

No lo olvides, Dios nos llama a vivir vidas de virtud, y nos promete su gracia para lograr esto.