Ser cristiano, ser ambientalista y ser ecologista

Ser cristiano, ser ambientalista y ser ecologista

Francisco J. Espino González

Durante este mes de junio se anima a la población mundial a considerar el medio ambiente con una actitud positiva, para evitar una mentalidad de desprecio y condena, y reconocer la presencia de Dios en la naturaleza. 

Y la encíclica Laudato Sí, del Papa Francisco a cinco años de su publicación, sigue siendo un llamado urgente al cuidado del medio ambiente y la naturaleza. Destaca que nuestra tierra, maltratada y saqueada, requiere una «conversión ecológica», un «cambio de rumbo» para que el hombre asuma la responsabilidad de «cuidar la casa común».

La carta encíclica Laudato SÍ, no hace ninguna excepción, no excluye a nadie; la creación es un regalo de Dios al ser humano y le queremos por ello; empieza: … alabando al Señor, laudato si,… mi segnore… cantaba San Francisco de Asís. … que nuestra casa común es también una hermana, con cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos: alabado seas mi Señor y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierva. (LS.1)

Por otra parte, los relatos bíblicos de la creación en el libro del Génesis contienen en su lenguaje profundas enseñanzas sobre la existencia humana y su realidad histórica; sugiere que la existencia humana se basa en tres relaciones fundamentales, estrechamente conectadas: la relación con Dios con el prójimo y con la tierra.  (LS.66)

No existe diferencia con un ambientalista, el cual entiende que el medio ambiente en que nos encontramos no está separado del ser humano; es más bien, el medio natural que sostiene nuestra vida y por ello valora las interrelaciones que existen entre los seres vivos- el hombre la mujer- en general los seres humanos y su entorno, y ejecuta pequeñas o grandes acciones para vivir en paz con ella.

Proteger el recurso hídrico, mantener nuestro barrio limpio, ahorrar electricidad, arborizar nuestras propiedades, reducir nuestros desechos, reciclar, respetar y cuidar a los animales.  Los ambientalistas son personas amantes de la naturaleza, representan el pensar en ideas en innovaciones para solucionar problemas multidimensionales que afectan el medio ambiente desde su entorno profesional, personal o colectivo.

Se le reconoce al ecologista como persona que le interesa el origen de los alimentos a la hora de ir a comprar y elegir, entre las opciones la más auténtica y natural por su salud y la de los demás.  Es intentar reducir nuestros desechos producidos y en todo caso separarlas en el hogar para depositar cada cosa en su sitio y facilitar el reciclado de los materiales. Ser ecologista es interesarse por el origen de la energía que se consume, propone y utiliza fuentes renovables, analizar las contingencias, es una persona que siempre busca la eficiencia a menor costo.  El ecologista ama la naturaleza y disfruta de ella, le tiene una gran consideración, respetando al equilibrio de los ecosistemas que la forman y los seres vivos que la habitan, utiliza responsablemente los recursos naturales. 

El cristiano lleva consigo el principio del bien común; está convencido que, para un auténtico desarrollo sostenible de la humanidad, habrá que asegurar que se dé una mejora integral en la calidad de vida humana de todo ser humano, y esto implica analizar el espacio donde transcurre la existencia de las personas. El cristiano es consciente de los escenarios que nos rodean es una creación de Dios, influyen en nuestro modo de ver la vida, de sentir de actuar. De compartir, en ser solidarios y darnos nuestro tiempo con el creador, en nuestra habitación, en nuestra casa, en nuestro trabajo y en nuestro barrio, la comunidad, nuestro País, en usar nuestro ambiente para expresar nuestra identidad. (LS.146)

La ecología humana es inseparable del bien común, un principio que cumple un rol central y unificador en la ética social.  Es el “conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y fácil de la propia protección (LS.156).

Realidad ambiental:

  • El abastecimiento de agua potable no llega a la mayoría de su población, mientras en “los países más desarrollados” se da el hábito de gastar y desechar a niveles inauditos. 

 

  • Producto del uso indiscriminado de agrotóxicos desaparecen los pájaros e insectos necesarios para mantener la Casa Común en equilibrio. El ser humano no tiene derecho a extinguir la creación divina. 

 

  • Al igual que la tierra, la sociedad también se degrada, se crean pequeños espacios de cuidado hacia lo verde, mientras a zonas menos visibles, se las excluye.