Valorarse, compartir y disfrutar el presente permite experimentar bienestar y gratitud, sin que la compañía sea un requisito indispensable.
Frank Suárez/@franksosterapias
El día de San Valentín, tradicionalmente asociado con el amor romántico y la vida en pareja, puede traer consigo sentimientos de soledad para aquellos que no lo tienen.
Sin embargo, hay quienes viven en soltería reconociendo este amor en otras formas, el que reciben de sus hijos, amistades y familiares; pero, más que verlo desde el que recibimos desde afuera, concentrémonos en cómo lo podemos experimentar desde adentro, desde el amor que podemos otorgarnos a nosotros mismos cuando reconocemos el esencial valor que tiene todo ser humano, por haber sido creados y de estar vivos, como milagro divino cotidiano que, lamentablemente, subestimamos.
El amor va más allá de una relación, también se vive desde la plenitud y gratitud personal.
Soltería sana sin minusvaloración
Una oportunidad para cultivar el amor propio es la soltería, reconocer los talentos que has recibido gratuitamente. Una persona que mira hacia su interior e identifica su valía, a través de los maravillosos dones que posee, le permite también reconocer los de otras personas y así acercarse a ellas como parte de una diversidad creada por Dios, sin envidias, sin comparaciones, con una mirada grata de contemplación.
¿La soltería nos hace estar vacíos?
El amor no solo se encuentra en las relaciones románticas, si fuese así, cualquier persona soltera estuviera en peligro de vivir carente de afecto.
Es por ello, que la mirada hacia el interior nos ayuda a sentirnos plenos, aceptando nuestras fortalezas y sobrellevando nuestras debilidades, una forma espléndida de no sentirnos vacíos en ninguna circunstancia, tengamos o no pareja.
Cuando la plenitud está fuera de mí
Una vez, una chica de 35 años me dijo en consulta: “gracias a Dios lo tengo todo, pero solo me falta conseguir una pareja para ser feliz”, infortunadamente la plenitud de su vida estaba fuera, no había llegado alguien quien cubriera ese vacío para ser feliz.
No eran suficientes las bendiciones que tenía: salud, mucho dinero, una familia, buen vestido, viajes, autos de lujo, etc., se sentía que todavía esperaba algo que permanecía fuera de ella y no había llegado, seguramente iba a sentirse muy desdichada al vivir cualquier San Valentín.
La plenitud de dar

Socialmente también se ha sobreestimado el acto de recibir (regalos, halagos, reconocimientos, premios), pero hemos subvalorado el acto de dar, aunque no recibas de una pareja ese afecto, existe un fenómeno que solo puede experimentar la persona que da con gratuidad, que da de corazón, y estamos en una ocasión propicia de San Valentín para ello, sí podemos dar afecto a nuestros seres queridos, a quienes estimamos, a quienes agradecemos por estar en nuestras vidas, repito, aunque estemos en soltería.
En este sentido, aunque no tengamos pareja, no es una ocasión para sentirnos vacíos y solos, veamos hacia dentro, reconociendo el valor único que tenemos como seres humanos y a la vez, saber que, aunque no recibamos desde fuera un regalo, una carta de amor, un ramo de flores, nos convenzamos de que sí podemos dar desde adentro, porque estamos llenos de plenitud, ya que a los ojos de Dios somos y estamos completos.