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¿Tomamos nuestra cruz?

¿Tomamos nuestra cruz?

La vemos siempre allí, pero la pregunta va más allá de saber si tenemos una cruz que cargar. Esta pregunta requiere de una respuesta valiente, sólida y persistente, porque cargar la cruz no es tarea fácil y mucho menos siendo jóvenes.
Los problemas financieros o las responsabilidades laborales son un tema pesado para los adultos, sin embargo, la juventud afronta hoy en día dificultades fuertes al tratarse de actitudes, acoso o bullying, problemas familiares donde muchas veces sólo podemos ser observadores y la lucha constante por no perder el horizonte correcto, el sendero de amor de Jesús. Son muchos los jóvenes que enfrentan duras realidades a diario y al despertar toman consigo una pesada cruz, a veces demasiado pesada para su edad. Es aquí donde entra nuestra confianza plena en el Señor, para estar dispuestos a no dejar la batalla a medias y luchar ante cada dificultad con la mirada fija en Jesús, para tener ánimos y fuerzas día a día. La cruz que cada uno posee no debe ser vista como una carga emocional o un instrumento de flagelo, sino como un medio de santificación a través de las distintas situaciones que se nos presentan.
Tomar la cruz es orar a diario, tener fe y confianza en el Señor y ser testimonios del amor de Cristo por la juventud. También se trata de mirar más allá de nuestras preocupaciones y comprender que, aunque cada quién debe tomar su cruz, podemos ser como el Cirineo que ayudó a Jesús a que su carga fuese más ligera. Seamos más empáticos y ayudemos a nuestros amigos, familiares y hasta desconocidos a sobrellevar las cosas. A veces las personas ocultan sus problemas por temor o porque piensan que a nadie les importa. Seamos esa luz de esperanza que puede guiarlos a un camino de paz y amor.