La vemos siempre allí, pero la pregunta va más allá de saber si tenemos una cruz que cargar. Esta pregunta requiere de una respuesta valiente, sólida y persistente, porque cargar la cruz no es tarea fácil y mucho menos siendo jóvenes.
Los problemas financieros o las responsabilidades laborales son un tema pesado para los adultos, sin embargo, la juventud afronta hoy en día dificultades fuertes al tratarse de actitudes, acoso o bullying, problemas familiares donde muchas veces sólo podemos ser observadores y la lucha constante por no perder el horizonte correcto, el sendero de amor de Jesús. Son muchos los jóvenes que enfrentan duras realidades a diario y al despertar toman consigo una pesada cruz, a veces demasiado pesada para su edad. Es aquí donde entra nuestra confianza plena en el Señor, para estar dispuestos a no dejar la batalla a medias y luchar ante cada dificultad con la mirada fija en Jesús, para tener ánimos y fuerzas día a día. La cruz que cada uno posee no debe ser vista como una carga emocional o un instrumento de flagelo, sino como un medio de santificación a través de las distintas situaciones que se nos presentan.
Tomar la cruz es orar a diario, tener fe y confianza en el Señor y ser testimonios del amor de Cristo por la juventud. También se trata de mirar más allá de nuestras preocupaciones y comprender que, aunque cada quién debe tomar su cruz, podemos ser como el Cirineo que ayudó a Jesús a que su carga fuese más ligera. Seamos más empáticos y ayudemos a nuestros amigos, familiares y hasta desconocidos a sobrellevar las cosas. A veces las personas ocultan sus problemas por temor o porque piensan que a nadie les importa. Seamos esa luz de esperanza que puede guiarlos a un camino de paz y amor.