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Una ventana entre la vida y la Biblia – patriarcas y matriarcas

Una ventana entre la vida y la  Biblia – patriarcas y matriarcas

Los patriarcas experimentaron al Dios de la promesa; el Dios que está.

Antes de la formación del pueblo de Israel y su llegada a Canaán, un grupo de sus antepasados fue errante, nómada, peregrino.  Vivieron aproximadamente desde el 1800 al 1600 a.C.  Fue la época de los padres y madres antiguos.

Su actividad básica era el pastoreo de rebaños de ovejas en la zona de la Medialuna fértil que formaban Mesopotamia, Canaán y Egipto.  Como no eran dueños de la tierra, tenían que movilizarse en busca de pasto.  En su peregrinar muchas veces tenían conflictos con otras tribus seminómadas, quienes veían en estos pastores gente que atentaba contra sus tierras y cultivos.

El estilo de familia era ampliado, con el padre a la cabeza, junto a él su esposa, trabajadores, hijos e hijas, nietos y nietas; de setenta a cien miembros por familia.  El conjunto de familias formaba un clan.

El sueño que movió la vida de los antepasados fue la búsqueda de tierra.

Estos pequeños clanes, cuando pasaban hambre, se acercaban a las orillas del río Nilo, cubiertas de pastos y sembríos, y a veces eran capturados por el ejército del Faraón quedando como esclavos.

Experimentan al Dios de la promesa que les dice: “ve a la tierra que yo te indicaré… Yo haré de ti un gran pueblo” (Gn 12,12).  Sienten que Dios camina con ellos.  Cuando plantaban sus carpas, allí estaba Dios y cuando iban de viaje, también viajaba con ellos.

Así, el sueño que movió la vida de los antepasados de Israel fue la búsqueda de tierra para trabajar y una descendencia segura para vivir.  Por eso, la promesa de tierra y pueblo era la mejor oferta que se les podía hacer a estos pueblos.

De su vida y obras el pueblo guardó recuerdos muy borrosos, llamados sagas, que están registradas en Gn 12-50.

La historia comienza con Abraham

Con la historia de Abrahán se inaugura el género leyenda.

Con Abrahán comienza la historia de Israel con una identidad que se construye a partir de dos promesas centrales:  la posesión de la tierra y la descendencia numerosa.

A partir de Abrahán, el Dios de la creación crea también un vínculo entre Él y los seres humanos.  En la historia de los patriarcas, Abrahán, Sara y Agar; Isaac y Rebeca; Jacob, Lía y Raquel lo que se destaca es la particular relación que los personajes tienen con Dios; un Dios que los acompaña, es el Dios que está.

Exhortación apostólica postsinodal “Christus Vivit”

 (216-220)

Ambientes adecuados

PROMOVER. Necesitamos ofrecerles a los jóvenes lugares propios que ellos puedan acondicionar a su gusto.

En todas nuestras instituciones necesitamos potenciar nuestra capacidad de acogida cordial, porque muchos jóvenes que llegan lo hacen en una profunda situación de orfandad.  Esta es una experiencia que afecta por igual a niños, jóvenes y adultos, madres, padres e hijos.

Debemos responder a esa sensación de profunda orfandad, creando espacios fraternos y atractivos donde se viva con un sentido.  Crear “hogar”, en definitiva, es crear familia; es aprender a sentirse unidos a los otros, de tal manera que sintamos la vida un poco más humana.

Y así se produce el milagro de experimentar que aquí se nace de nuevo, aquí todos nacemos de nuevo porque sentimos actuante la caricia de Dios que nos posibilita soñar el mundo más humano y, por lo tanto, más divino.

Necesitamos ofrecerles a los jóvenes lugares propios que ellos puedan acondicionar a su gusto y donde puedan entrar y salir con libertad; lugares que los acojan y donde puedan acercarse espontáneamente y con confianza al encuentro de otros jóvenes, tanto en los momentos de sufrimiento, aburrimiento o cuando deseen celebrar sus alegrías.