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Veamos a Cristo en el dolor ajeno

Veamos a Cristo en el dolor ajeno

Gracias al desprendimiento de Cristo, a su aceptación de la muerte por nuestros pecados, hoy tenemos la opción de la vida eterna y de la Luz.

 

Esta semana que inicia se recuerda uno de los dramas más conocidos, y menos comprendido, de la Historia de la humanidad: Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús de Nazareth.

Para estos días, dos deben ser las acciones: la primera y principal, seguir con piedad cada acto, celebración y rito de la Iglesia. Participar, pero no de manera mecánica o autómata, sino reflexionando cada palabra, meditando cada enseñanza, recordando al Mesías que se dejó matar para vencer a la muerte que, hasta que Él se hizo hombre entre nosotros, nos tenía vencidos.

Antes de Jesús, la humanidad estaba condenada al limbo, a la muerte. Gracias al desprendimiento de Cristo, a su aceptación de la muerte por nuestros pecados, hoy tenemos la opción de la vida eterna y de la Luz.

 

La otra acción sugerida es permanecer atentos a nuestros hermanos, y dar nuestra mano a todo aquel que se sienta solo, abandonado, sin amigos ni familia.

 

Los golpes, traición, tortura y manera brutal como murió Jesús, tal vez no fue tan doloroso como el sentirse abandonado por todos, incluso los más allegados, quienes poco antes habían jurado seguirle hasta lo último.

Hoy existe mucha gente así, abatida por la soledad. La acción sugerida es poner el hombre y estar presente para esas personas que sufren.