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Un cambio verdadero, requiere limpiar el corazón

Un cambio verdadero, requiere limpiar el corazón

¿Qué te detiene? ¿Qué es lo que no te permite abrirte a Dios para hacerlo testigo de tus fallas y que su misericordia sane tu corazón? Estamos todavía a tiempo para presentar al Señor nuestras faltas, no dejemos pasar esta oportunidad.

 

Por Karla Díaz

No es tarde…nunca es tarde para realizar el acto penitencial. Si quieres un corazón limpio, necesitas pasar tiempo en oración, pidiéndole a Dios lo que necesitas confesar y luego confesarlo. ¿Cuesta? A veces sí, pero a través de la confesión nos reconocemos pecadores y buscamos erradicar esas faltas que nos hacen caer y no permiten que tengamos paz espiritual.

El momento se nos dio durante la cuaresma, fueron 7 semanas que pudimos dedicar a ese sacramento, sin embargo, si no lo hicimos, aún podemos abrirnos y confesar nuestras fallas para vivir esta Semana Santa que hoy iniciamos, de la mejor manera.

 

“Quiero vivir mi Pascua a plenitud”

Hace algunos años, antes de perder a su padre, Laura De Gracia estaba llena de rencor. Sus hermanos no le acompañaron en el cuidado de su papá enfermo y ella se hizo cargo sola.

“No era que no podía cuidar a mi papá, sino que me enojaba el hecho de que los demás siempre tuvieran una excusa para no verlo, para visitarlo, para aportar, no solo en lo económico, sino también en cariño, en escucha…”, dijo Laura.

Agregó que sentía dolor, rabia, rencor, y renegaba a cada momento de sus familiares, hasta llorar en silencio. Siempre recuerda que para la última Semana Santa que estuvo con su papá, se sintió mal, pues había guardado tanta negatividad en su corazón que se dijo a sí misma, me voy a confesar.

“Recuerdo que me dije: No quiero estar así, llena de rencor, de rabia…no estoy bien, voy al acto penitencial”. Y así lo hizo; recibió la gracia de este sacramento y pudo vivir su Pascua con alegría, con otro sentido, a plenitud…

 

 A veces nos olvidamos de lo importante que es ir al desierto, examinar nuestra conciencia y restablecer nuestra relación con Dios a través del acto penitencial.

 

“Este es uno de los 7 sacramentos de la iglesia, y se conoce como un sacramento de curación porque el penitente está herido por el pecado, muerto por el pecado, y la gracia de Dios y la gracia santificante lo cura, lo regenera”, dijo.

Además, agrega, que es un mandato divino, pues bien, lo dice el evangelio de Juan: Jesús sopló sobre ellos y les dijo -reciban el Espíritu Santo, a quienes le perdonen los pecados les quedarán perdonados y a quienes se los retengan, les quedarán retenidos-.

Por eso es importante que siempre tengamos tiempo, cuando nos sintamos abatidos, de confesarnos y recibir esta gracia.

 

¿Y si me da vergüenza confesarme?

No importa la edad, siempre habrá quien no se sienta cómodo contando sus pecados a un sacerdote. Las razones pueden ser pena, o falta de confianza.
De hecho, es muy común escuchar, sobre todo en los más jóvenes, la frase -Si yo oro y hablo con Dios, para qué tengo que decirle mis pecados a un sacerdote? –

 

Realizar una buena confesión e ir preparados es importante

El padre Nelson insiste en que, por las palabras del sacerdote, que actúa en la persona de Cristo, tenemos certeza del perdón. En cambio, si hablamos con Dios directamente, ¿cómo sabremos que nos perdona?

“Dios se hizo hombre para hablar nuestro lenguaje humano, y ha dejado a los hombres la potestad de perdonar pecados. Entonces, ¿cómo es que pretendemos hablar con Dios directamente?”, resalta.

El sacerdote nos dice que al final es un tema de conciencia, pues si no eres católico o no tienes costumbre de confesión o no conoces el valor del sacramento, no habrá un verdadero cambio.
Pero, si tienes conciencia de que necesitas limpiar tu corazón por una falta grave, y sabes que puedes pedir perdón en el sacramento y no te da la gana de hacerlo, entonces estás pecando.

 

¿Faltas graves y menos graves?

Sí, el padre Nelson también nos habla de los pecados veniales, que son aquellos que no se consideran pecados mortales. Por lo general son pecados de pensamiento, esos que se conciben en la mente, pero que no se llevan a la práctica, como los malos deseos, por ejemplo.

En cambio, hay otros pecados que son más fuertes como: un asesinato, el aborto, la fornicación, adulterio, o algún robo agravado, esos son pecados mortales.

“Ambos son necesarios confesarlos, pero, al final es la conciencia de uno mismo la que te dice qué tan malo es, porque puede que una persona se sienta muy culpable por haber cometido un pecado que se considera venial o leve”, detalla.

Los cristianos que nos acercamos a recibir el perdón en estos días, estamos llamados a ser testigos de la Misericordia de Dios. La alegría del perdón es el mejor testimonio de fe y de esperanza ante nuestros hermanos. También nosotros, al confesar nuestros pecados, confesamos el Amor de Dios.