,

Vidas impactadas por un tormentoso camino que no eligieron transitar

Vidas impactadas por un tormentoso camino que no eligieron transitar

Son innumerables los riesgos y peligros que corren niños y adolescentes durante la travesía por la Selva del Darién. Acompañados o no de sus padres, se enfrentan a condiciones difíciles que marcan emocionalmente sus vidas para siempre; otros ni siquiera logran salir, se convierten en una estadística más de los fallecidos.

 

Por Marianne Colmenárez

De enero a julio del 2023 han pasado por la inhóspita selva de Darién 52 mil 773 niños; según datos estadísticos ofrecidos por el Servicio Nacional de Migración de Panamá. La mayoría de ellos llegan sin papeles y con afectaciones significativas, tanto a nivel físico como mental.

Para nadie es un secreto que la travesía por la selva del Darién es extremadamente peligrosa y traumática para cualquier persona. Aún mayor es el sufrimiento en los niños de todas las edades que recorren largas distancias por montañas empinadas, expuestos durante días a las inclemencias del tiempo, a los ríos caudalosos y a los animales salvajes de la selva.

Rosmary Gonzáles y su hijo Abraham David comparten su historia.

Aunque su dolorosa experiencia fue bloqueada de sus recuerdos, Abraham David Quiroz, venezolano de ocho años edad sufrió en un mismo día la perdida irreparable de su papá José, su hermano Samuel, de cuatro años y a su primito de seis, mientras atravesaban uno de los ríos del Tapón del Darién.

Su madre Rosmary Gonzáles indica que en septiembre del 2021 decidieron, como familia arriesgarse detrás del sueño americano, junto a un grupo de 26 venezolanos, entre estos, ocho menores de edad.

“Caminábamos suave, al ritmo que podían hacerlo los niños. Luego de llevar 5 días en la selva, una cabeza de agua nos arrastró a seis personas mientras intentábamos pasar el río”, explica con voz entrecortada.

 

“Mi esposo José llevaba en sus hombros a mi hijo menor y de la mano a mi sobrino, los tres perdieron la vida”. Eso fue lo último que vio.

 

Un migrante haitiano pudo rescatarla en medio de sus gritos pidiendo auxilio, luego él mismo le dijo que a su familia se la había llevado el río. Solo encontraron el cuerpo de su hijo Samuel.

Actualmente, Rosmary, junto a su hijo Abraham David, vive en La Chorrera. Cursa segundo grado con muy buenas calificaciones, mientras ella le sostiene económicamente trabajando como doméstica tres días a la semana, pese a tener un título como abogada.

A pesar del duelo que aún permanece vivo en la familia, dos de sus hijos mayores  decidieron retomar el camino hacia los Estados Unidos, uno logró ingresar recientemente, mientras el otro aún sigue en México esperando alcanzar la meta.

 

Primeras atenciones al llegar a Panamá

Con agradecimiento, Rosmary recuerda que las primeras atenciones que recibieron luego de la tragedia, se dieron gracias a Médicos Sin Fronteras (MFS), “aún mantengo contacto con la psicóloga que me atendió”, dice.

Largas caminatas, deshidratación y la privación de alimentos causan fatiga extrema.

Natalia Romero, portavoz de MSF, señala que desde el 2021 prestan atención en salud física y mental, con especial énfasis en personas sobrevivientes a violencia sexual.

“Tenemos presencia en la comunidad indígena de Bajo Chiquito y en las Estaciones de Recepción Migratoria de Lajas Blancas y San Vicente”, señala.

Los tres principales diagnósticos en los niños menores de cinco años, son diarreas sin sangre, infecciones en las vías respiratorias altas y enfermedades de la piel, como consecuencia de permanecer días y noches enteras estando húmedos, narra la vocera.

 

El destino del niño que llega solo

El número de niños, niñas y adolescentes no acompañados o separados continúa creciendo. UNICEF ha estimado un promedio de 5 niños por día que llegan solos a Panamá.

Por su parte, Graciela Mauad, directora general de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (SENNIAF) asegura que la institución que dirige trabaja para localizar a los familiares de los niños extranjeros que llegan a Panamá y que no tienen un vínculo de parentesco claramente establecido.

“Cuando no se puede localizar a sus familiares, buscamos alternativas de cuidado adecuadas y seguras para estos menores, que incluyen medidas de protección y acogimiento familiar” afirma.

Agrega que hasta julio de este año han atendido a 175 niños, niñas y adolescentes no acompañados o separados por circunstancias especialmente difíciles que han cruzado la selva del Darién.

“Comparando con las cifras de años anteriores, en el 2022 atendimos a 422 y en el 2021 a 173 menores en situaciones similares. Estas cifras nos indican un aumento preocupante en el flujo migratorio de niños en la región” destacó Graciela Mauad.

En Panamá, existen 52 centros de protección distribuidos en diversas regiones del país, incluyendo uno en el corregimiento de Metetí, en la provincia de Darién. Según la directora del SENNIAF “estos centros proporcionan alojamiento seguro, atención médica, apoyo psicológico y educación a los niños, niñas y adolescentes que requieren protección”.

 

Algunos padres aparecen días después, envían a sus hijos delante.

 

Alejados del derecho a la educación

Según María Elena Véliz, miembro directivo de la Organización sin Fronteras, comenta que insertar a los niños migrantes en el sistema educativo panameño “en un proceso difícil, pero no imposible”, dijo.

“Son muy pocos los padres que vienen preparados, la gran mayoría viene sin documentos formales, sin certificados de sus notas, otros los pierden en la travesía, ya sea porque el rio se los moja o el bolso es muy pesado y lo dejan” destaca.

“Tenemos casos de niños y adolescentes que atravesaron la selva, llegaron en octubre del 2022 y por el cierre de frontera decidiendo probar suerte en Panamá, comenzaron en marzo el año escolar”, explica María Elena.

Seles permite estudiar, pero los acudientes deben cumplir con la documentación completa. Generalmente, no la tienen y deben hacer el esfuerzo de obtenerla. De no ser así, se convalida el grado repitiéndolo.

Los hermanos Rodríguez, Geraldine de 15 años y Shenier de 14 , no estudian, pero  se mantienen realizando cursos de liderazgo, organizados  por RET Internacional en Panamá. Mientras la mamá María Alejandra Rodríguez busca la manera de obtener los documentos desde Palmira del Valle del Cauca. Ellos huyeron  de los enfrentamientos y amenazas de bandas delincuenciales que constantemente se daban en el barrio donde residían.