“Vivir alimentándonos de Jesús, el pan que da la vida”: Monseñor José Domingo Ulloa

“Vivir alimentándonos de Jesús, el pan que da la vida”: Monseñor José Domingo Ulloa

redaccion@panoramacatolico.com

Es martes III de Pascua y desde la capilla de su casa, Monseñor José Domingo Ulloa invitó a vivir alimentándonos de Jesús, el pan que da la vida, en la misa celebrada hoy en acción de gracias por las secretarias a las que reconoció la labor y servicio en la iglesia y la sociedad.

Partió diciendo que el capítulo 6 del evangelio de Juan tiene dos ejes fundamentales íntimamente unidos: el pan de vida y el pan eucarístico, pero aclaró que el fragmento de hoy se refiere al pan de vida. 

“Jesús dice de sí mismo que es el pan bajado del cielo para dar la vida al mundo- es decir- procede del cielo, de Dios, viene de parte de él; y es pan, es alimento, explicó.

El Arzobispo dice más en concreto: “Dios envía a alguien para que nos dé de comer, nos da pan para que con él nos alimentemos y podamos vivir. Y ese pan es su propio Hijo”.

Aclaró en otro tiempo, Dios había dado un pan bajado del cielo –el maná- a los israelitas hambrientos en el desierto, y precisamente por eso, los que escuchan a Jesús hablarles del pan de vida le piden que demuestre que también él es un maná como aquel de antaño; sólo así le creerán. 

Monseñor Ulloa sigue relatando que Jesús les dice que, así como el Padre del cielo alimentó entonces al pueblo en el desierto, así también ahora lo sigue alimentando; pero con la diferencia de que quien coma ahora de este pan –que es él mismo-, es decir, quien lo acepte y crea en él nunca más pasará hambre.

“En otras palabras, quien tenga fe en Jesús como enviado de Dios quedará saciado para siempre”, advierte y pregunta a los que le siguen en la misa televisada por FETV y Radio Hogar: ¿Osaremos nosotros, como tantos judíos de su tiempo, rechazar ese incomparable don porque “no nos cabe en la cabeza”? 

Aterrizando su mensaje y con palabras sencillas y explicativas dijo que la fe es un don de Dios, sí, pero requiere tener las manos y el corazón abiertos para recibirlo. “Así, pues, ¿aceptamos a Jesús y su palabra como alimento que sacia nuestra vida?”, volvió a preguntar.

“Hoy, Jesús nos ofrece este signo como señal de su presencia y de su amor: Pan de la vida. Necesitamos volvernos hacia Jesús, alimentamos de Él para no padecer del hambre de la eternidad”, comentó el Arzobispo.

Sin embargo – dijo- “la humanidad está carente, no solo del alimento material sino del espiritual, y se preocupa más por el pan de la despensa, con los alimentos que están pereciendo”. 

Eso, concluyó el Arzobispo de Panamá, es falta de Dios, y estar abierto a su gracia, y afirmó: “necesitamos volvernos para Jesús, alimentarnos y llenarnos de Él para no padecer el hambre de la eternidad. Él es nuestro alimento y quien en él cree es sano en su hambre y en se sed”.

 

 

A continuación, el texto completo de la Homilía de Monseñor Ulloa desde la capilla de su casa.

 

MARTES III de Pascua

Mons. José Domingo Ulloa M.

Hermanos y hermanas:

“Vivir alimentándonos de Jesús, el pan que da la vida”.

El largo discurso de Jesús en el capítulo 6 del evangelio de Juan tiene dos ejes fundamentales íntimamente unidos: el pan de vida y el pan eucarístico.

El fragmento de hoy se refiere al pan de vida. Jesús dice de sí mismo que es “el pan bajado del cielo para dar la vida al mundo”. Es decir, procede del cielo, de Dios, viene de parte de él; y es pan, es alimento. Dicho más en concreto: Dios envía a alguien para que nos dé de comer, nos da pan para que con él nos alimentemos y podamos vivir. Y ese pan es su propio Hijo.

En otro tiempo Dios había dado un pan bajado del cielo –el maná- a los israelitas hambrientos en el desierto. Y precisamente los que escuchan a Jesús hablarles del pan de vida le piden que demuestre que también él es un maná como aquel de antaño; sólo así le creerán.

Jesús les dice que, así como el Padre del cielo alimentó entonces al pueblo en el desierto, así también ahora lo sigue alimentando; pero con la diferencia de que quien coma ahora de este pan –que es él mismo-, es decir, quien lo acepte y crea en él nunca más pasará hambre.

En otras palabras, quien tenga fe en Jesús como enviado de Dios quedará saciado para siempre. ¿No es esta una oferta tentadora? ¿Quién será tan insensato que se atreva a desdeñarla? ¿Osaremos nosotros, como tantos judíos de su tiempo, rechazar ese incomparable don porque “no nos cabe en la cabeza”?

La fe es un don de Dios, sí, pero requiere tener las manos y el corazón abiertos para recibirlo.

Así, pues, ¿aceptamos a Jesús y su palabra como alimento que sacia nuestra vida? y ¿estamos dispuestos a confiar en él hasta la muerte, perdonando en su nombre a quien nos hiere?

Entre los signos que nos ofrece Jesús para que creamos en Él, con frecuencia aparece el pan. Le gusta participar en los banquetes y comidas; sus ejemplos están relacionados frecuentemente también con la participación en las comidas. La particularidad de estas comidas es que se abre a todas las personas, sin importan sin son buenas o decentes, conforme a las normas de su tiempo.

Pero hay un signo que vas más allá, Él mismo se presentan como el pan y se ofrece como el pan, con todo lo que implica ser pan: formado de numerosas espigas recogidas en el campo, maduradas con el tiempo, fragmentadas y trituradas, cocidas por el fuego y finalmente formadas en filas.

El hacerse pan de Jesús, es un símbolo y señal del mismo Dios que se hace uno con nosotros, que comparte nuestra humanidad, que se deja triturar para asemejarse al hombre y que al final se hace alimento que da vida.

Hoy, nos ofrece Jesús este signo como señal de su presencia y de su amor: Pan de la vida.

Quizás, en nuestras eucaristías, hemos reducido el pan a una pequeñita hostia, casi imperceptible, pero la señal de Jesús no queda sólo en ese sentido del pan, sino que se hace pan para todos los momentos, para todos los aspectos de la vida.

En este mundo lleno de egoísmo y hambre, el signo de Jesús hecho pan es una propuesta a sus discípulos sobre la forma en que se puede superar ese círculo vicioso del egoísmo: sólo haciéndose pan para los demás, compartiendo, uniéndonos a cada hombre y mujer, lograremos superar el fantasma del hambre que amenaza a la humanidad.

¿Cómo siento ese amor de Jesús que es capaz de dejarse comer por nosotros?

Recordemos frente al hambre de verdad, sed de felicidad. Jesús, hace que estas aspiraciones sean verdaderas. En efecto, solo en Jesucristo podremos saciar esta hambre, solo con Él podremos calmar nuestra sed. Jesús no solo nos entrega la verdad, el mismo es la Verdad del Padre. Entonces si nuestro corazón busca con desesperación la verdad y la felicidad, no la busquemos en otro lugar más que en Jesús. San Agustín, escribió: “Señor, nos hiciste para ti y nuestro corazón está inquieto y sin sosiego, mientras no descasa en Ti.”

Necesitamos volvernos para Jesús, nos alimentamos de Él para no padecer del hambre de la eternidad

Por eso podemos ver en la crisis que vivimos, lo mucho que la humanidad esta carente, no solo del alimento material sino del espiritual. Por eso cuando no nos alimentamos de Dios nos convertimos egoístas, orgullosos, soberbios y vanidosos.

Nosotros nos preocupamos con nuestro pan, con nuestra despensa, con los alimentos que están pereciendo, con nuestra nevera que está llena y tampoco utilizamos todo.

Es falta de Dios, es falta del corazón estar abierto para gracias de Dios. Nadie alimenta el otro de verdad cuando no se alimenta del amor de Dios en su corazón.

Cuando Dios realmente es nuestro alimento, cuando nos alimentamos de Él, sanamos nuestra hambre y sanamos el hambre de los demás, no de hambre alimento que hace muchos perecer. Y sí de hambre de eternidad y de amor a cuál toda la humanidad perece, todos nosotros pasamos y vivimos.

Necesitamos volver para Jesús, nos alimentos y nos llenamos de Él para no padecer el hambre de la eternidad. Él es nuestro alimento y quien en él cree es sano en su hambre y en se sed.

PANAMÁ, acatemos las normas que nuestras autoridades han implementado. Por ti, por los tuyos, por Panamá -Quédate en casa.

† JOSÉ DOMINGO ULLOA MENDIETA, O.S.A.

ARZOBISPO METROPOLITANO DE PANAMÁ