Los designios de Dios son maravillosos y siempre buscan la felicidad del ser humano. Pero no implican tiranía. El Padre no le impone a nadie un estilo de vida ni sus verdades. Esta semana, la Palabra nos está hablando de libertad y de justicia. Es decir, cada uno puede vivir su vida como quiera, siempre y cuando pondere esas dos virtudes plenamente humanas.
El mejor ejemplo para estos principios es Ma ría de Nazaret. Digan lo que digan algunos, María bien pudo decir que no estaba dispuesta a seguir el plan. Y es que en los planes divinos no todo está garantizado, pues en ellos también están involucradas la libertad y la voluntad humanas.
Pero, ojo, el designio divino siempre será la felicidad y la plenitud. Para eso hemos sido creados los humanos. Si alguna otra eventualidad se presenta, es por decisión nuestra, por nuestra terquedad y desobediencia.
El Señor nos propone hoy ser felices, y procurar que quienes están a nuestro alrededor también lo sean…: con nuestro apoyo. La libertad, inteligencia y voluntad se nos han dado para que ese designio se cumpla, no para otra cosa.
A veces intentamos “corregir” la manera como Dios actúa; ¡no es necesario! Basta que pongamos nuestra fuerza y voluntad al servicio del plan de Dios, lo demás Él sabe cómo lo hace. Otro punto de valor: la justicia. Esa justicia implica dar al otro principalmente perdón, porque perdón es lo que Dios nos da en abundancia. Pero también ayudarle en obtener oportunidades y mejores condiciones de vida. Eso es Navidad.