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Las enfermedades y los siete pecados capitales

Las enfermedades y los siete pecados capitales

Muchas personas piensan que las enfermedades son causadas por espíritus malvados, otros creen que se deben a un fallo en el proceso de la evolución humana. ¿Hay algo de esto?

Si reconocemos que Adán y Eva, nuestros padres, disfrutaban de la salud perfecta, y que, al decidir romper la amistad con Dios, perdieron la perfección; podemos interpretar que evolucionamos hacia un estado de vulnerabilidad y absolutamente todos somos propensos a enfermar y a morir en el proceso.

Si tomamos en cuenta el listado de los pecados capitales, es decir, los principales males espirituales, de los cuales fluyen todos los demás pecados; podríamos rescatar una relación interesante de la mayoría de las enfermedades.

La soberbia: el principal pecado capital, que te hace creer que eres como Dios o superior a Él; luego nada te puede hacer caer, eres tan poderoso que “todo lo puedes por tus propios medios”, nada te es imposible.

En ese momento ocurre alguna pérdida, ya sea pérdida del puesto de trabajo, de la autonomía, de tu rol en la familia y es allí donde “el mundo se viene encima” y podrías desarrollar enfermedad. ¿Cuál? La depresión. De hecho, tener una personalidad narcisista y soberbia hace que tengas un riesgo muy elevado de desarrollar esta enfermedad y no tengas la resiliencia adecuada para soportar las pérdidas tan comunes a nuestra humanidad.

La envidia: es un sentimiento de tristeza que, si se hace constante y repetitivo, inunda la mente, al querer algo que otro tiene y no poderlo alcanzar. Provoca alejarse de los demás, soledad para intentar no sufrir; pero, al final, lleva a la frustración, a la amargura y hastra a la depresión.

La ira: un estado de cólera intenso podría llevarte a cometer actos homicidas y suicidas, además de provocar lesiones en tu propio cuerpo, perdiendo el control del propio ser. Desarrollarás dolores de cabeza o corporales, hasta infartos cardiacos y

cerebrales, relacionados al evento de ira, de

no tratarse tempranamente.

La pereza: conocido como el incumplimiento de los deberes, secundario muchas a veces a la poca apreciación del don de la vida, de los talentos dados por Dios; que nos ata a la inercia, al ocio y a la baja actividad física y mental, provocando deterioro: “lo que no se usa se pierde”.

El sedentarismo es la causa de múltiples enfermedades. La avaricia: las ansias de más y más dinero, creyendo que éste llenaría vacíos insaciables, provoca exceso de trabajo, lleva también a la inquietud del endeudamiento; no sólo debes dinero, debes promesas, propias o ajenas. El estrés psicológico y físico va acabando poco a poco con tu

mente y cuerpo. Definitivamente así, la enfermedad toca a tu puerta.

La gula: la gran tentación, el placer de los sentidos, que nos engaña creyendo que es necesario satisfacerlos todos. Con el pretexto de la necesidad, comemos irracionablemente. 

Nos lleva a vicios tóxicos, nos reduce a un nivel inferior que los animales, que sólo comen lo que necesitan. Lleva a la obesidad, problema médico que aumenta el riesgo de enfermedades y problemas de salud, tales como enfermedades cardiocerebrovasculares.

La lujuria: la falta de dominio de las propias pasiones carnales, los deseos sexuales fuera de un compromiso, esclavos de satisfacerlos, sin importar cómo ni cuándo,

llevan a mayor riesgo de enfermedades de transmisión sexual.

Resulta llamativo cómo aumentan su riesgo a enfermar y cómo van dañando al ser humano. La lucha por la salud deben llevarnos a disciplinar cuerpo, mente y alma.