“Yo me casé contigo, no con tu familia”

“Yo me casé contigo, no con tu familia”

¿Haz escuchado esta frase que se usa cómo título en el presente artículo? Seguro que sí. Desde el principio de la relación, buscamos distanciar a la familia de nuestro cónyuge de asuntos importantes en el matrimonio.

Pero en ocasiones, las cosas no suceden como las deseamos y es cuando empezamos lidiar con situaciones para finalmente comprender que cuando elegiste a tu esposo/a también escogiste a su familia. (Yo era uno de los que pensaba que la esposa venía sin contexto).

Las diferencias y discrepancias con la familia de tu pareja pueden causar heridas graves en tu matrimonio, y esto es lo que tenemos que prevenir antes que los daños sean irreversibles.

“Por eso el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer, y los dos se funden en un solo ser” (Gen 2,24). En el momento que nos casamos, formamos nuestro propio núcleo, nace una nueva familia, un nuevo hogar que se convierte en nuestra prioridad. Esto implica que nuestros padres siguen siendo pieza importante en nuestras vidas, pero ahora con límites sanos que mantengan la relación matrimonial y familiar en términos saludables y beneficiosos para ambas partes.

Es natural tener diferencias por temas de crianza, costumbres del hogar, ideas religiosas, políticas, sin perder de vista el respeto que se merecen, aprendiendo a entenderse y estrechar vínculos afectivos. ear limites sanos será el reto de los esposos para mantener y propiciar verdaderos encuentros familiares.

Aunque en ocasiones la familia influya en el matrimonio, no siempre lo hace para mal; en muchos casos son factores de apoyo en los momentos de crisis. Pero si el impacto es negativo, no agredas a tu pareja: busquen maneras de acordar cómo afrontar esta situación para que el matrimonio pueda salir fortalecido.

Cita para iluminar: “Por eso el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer, y los dos se funden en un solo ser” (Gen 2,24.)