Los fieles en la Catedral Basílica Santa María La Antigua vivieron un Domingo de Ramos lleno de devoción, siendo exhortados a enfrentar la corrupción y contribuir a la reconstrucción de Panamá con responsabilidad y sentido común.
Por Redacción
La feligresía católica se congregó este Domingo de Ramos en la Catedral Basílica Santa María la Antigua para dar inicio a la Semana Santa, en una celebración profundamente simbólica presidida por el arzobispo de Panamá, Monseñor José Domingo Ulloa Mendieta.
La ceremonia litúrgica, cargada de signos y espiritualidad, recordó la entrada de Jesús a Jerusalén: un momento de júbilo del pueblo que agitaba ramos y proclamaba “¡Hosanna!”, pero que en pocos días gritaría “¡Crucifícalo!”.

En su homilía, Monseñor Ulloa exhortó a vivir la Semana Santa con autenticidad y coherencia. Recordó que, Jesús no entró a Jerusalén como un conquistador, sino montado en un burro, con humildad, como el Rey de la paz. «No viene a imponer, sino a ofrecerse», reflexionó.
El arzobispo también aprovechó para hacer un llamado a la conciencia nacional, señalando que los desafíos del país no vienen de fuera, sino desde adentro.
“El principal enemigo de Panamá no viene del exterior. No es una potencia extranjera. El verdadero enemigo somos nosotros mismos: la corrupción y la impunidad que se infiltran en la política, en la sociedad, en la familia, en los negocios e incluso en la religión”, afirmó.
Con palabras serenas pero firmes, denunció cómo estos males desvían recursos que deberían ir a hospitales, escuelas y viviendas, y cómo la impunidad daña la confianza del pueblo.
“La corrupción convierte la política en negocio y el poder en una puerta giratoria. Pero el pueblo panameño no es corrupto por naturaleza. Es valiente, trabajador y solidario. Y por eso duele tanto ver cómo algunos se enriquecen mientras muchos apenas sobreviven”, lamentó.
El arzobispo hizo un llamado a no perder la esperanza ni la capacidad de soñar con un país más justo, en el que nadie esté por encima de la ley.
“La lucha contra la corrupción no es solo política. Es también moral, espiritual y ciudadana. Comienza en lo pequeño, en lo cotidiano, pero exige también un grito firme, una conciencia despierta”, recalcó.
En medio del canto de los “Hosannas”, Monseñor Ulloa recordó que la Semana Santa no es solo tradición, sino una oportunidad de transformación profunda. “No queremos seguir siendo espectadores pasivos de quienes manipulan el destino de la nación. Queremos ser protagonistas de un nuevo tiempo, donde la esperanza no sea sofocada por la corrupción, sino fecundada por el bien común y la participación”.
Así, la celebración del Domingo de Ramos no solo abrió las puertas de la Semana Mayor, sino también las de una reflexión nacional que invita al compromiso con la verdad, la justicia y el amor que transforma desde el Evangelio.