Desde hace más de un mes, el Comedor Fraterno del Hogar Medalla Milagrosa abrió sus puertas, ofreciendo no solo alimento para el cuerpo, sino también esperanza para el alma.
Por Marianne Colmenárez
En la ciudad de David, Chiriquí, el Hogar Medalla Milagrosa abrió sus puertas hace más de un mes para dar vida al Comedor Almuerzo Fraterno, un espacio que cada viernes ofrece alimentos y apoyo integral a migrantes y solicitantes de refugio en situación de vulnerabilidad.
El proyecto nació de la colaboración entre el equipo de la Red CLAMOR Panamá y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), con el objetivo de atender a aquellos que, aunque no son huéspedes en el albergue, enfrentan necesidades urgentes debido a la falta de empleo y recursos.
Según Rafael Lara, presidente de la Red Clamor, “la aspiración es que este comedor sea permanente. Es un espacio no solo de alimentación, sino de integración y acompañamiento”.
Más que un plato de comida
Todos los viernes, el Comedor Fraterno Medalla Milagrosa no solo entrega alimentos balanceados que incluyen proteínas, arroz, frutas y sopas, sino que se convierte en un espacio de integración comunitaria.
Desde las 11:00 a.m., los asistentes tienen la oportunidad de participar en actividades informativas, orientaciones legales, talleres de vocación laboral y capacitaciones para el empleo y el emprendimiento.
“Queremos que estos hermanos sientan que no están solos en su lucha por seguir adelante en un país extraño. Queremos que encuentren en la Iglesia un apoyo constante y en esta comunidad, compañeros de camino”, expresó Lara.
Voluntariado
Los voluntarios, considerados el alma de este proyecto, comparten que muchos migrantes llegan frustrados y abatidos, pero a medida que participan en las actividades, su semblante cambia. “Se les ve más animados, comparten experiencias y, poco a poco, se construye una comunidad solidaria”, relata Vivian Cianca, psicóloga voluntaria de la Red Clamor.
Uno de los testimonios más significativos es el de un hermano cubano, quien al principio solo se acercaba a recibir bolsas de alimentos. En agradecimiento, comenzó a colaborar en la limpieza del hogar. Hoy, gracias al apoyo del comedor y el hogar, ha avanzado en su proceso migratorio y encuentra un lugar seguro donde forjar un nuevo comienzo.
Trabajo conjunto
El Comedor Fraterno es posible gracias al apoyo de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), que financia los alimentos necesarios para su funcionamiento.
Además, cuenta con el esfuerzo de voluntarios que preparan los menús y atienden las diversas necesidades de los migrantes, como: ropa, medicinas y pañales. El proyecto también recibe respaldo logístico del Servicio Nacional de Fronteras (Senafront), encargado de garantizar la seguridad del recinto.
“Este comedor nació para quedarse”, afirma Lara, destacando que cada semana el número de personas atendidas aumenta. Además, el proyecto ha reactivado el servicio de un comedor similar que operaba en Paso Canoas, ampliando así su alcance y efectividad.
Llamado a la solidaridad
Esta obra necesita del apoyo de la comunidad para mantenerse en funcionamiento. Quienes deseen colaborar pueden hacerlo donando alimentos, ropa, medicinas u ofreciendo su tiempo como voluntarios.
El papa Francisco, en su mensaje para la 110° Jornada Mundial del Migrante y Refugiado, destacó que, “Dios camina con su pueblo, acompañando a aquellos que dejan su tierra en busca de un futuro mejor”.
Este comedor es testimonio vivo de esa verdad, un lugar donde se siembran la esperanza y la fraternidad, haciendo tangible el amor de Cristo hacia los más vulnerables.
Agradecidos con la obra