A todas las personas no se les ha dado la oportunidad y hasta la fortuna de tener maestros. En el caso mío he tenido cuatro, pero hoy me ocuparé del que más ha influido en mi vida: el Dr. Carlos M. Malgrat G. Desde que lo conocí en 1978, al ingresar a mi primer año en la carrera de Psicología hubo una empatía entre los dos, que posteriormente se tornó en una gran amistad y vinculación entre discípulo y maestro. No solo fui su estudiante, sino un admirador y seguidor de su personalidad, cultura, humanismo, erudición y guía moral.
Fue tanta la afinidad que he tenido buena amistad sobre todo con su esposa, Estela Perigault Vda. de Malgrat, su hija (q.e.p.d.) Mariana Estela y sus hijos adoptivos, Juan Pablo Porcell Perigault e Isolda M. Carles Rosas.
En el campo propio de la Psicología fuimos muy afines, en nuestra conceptualización y práctica de la Teoría Reflejo Condicional, de la Neuropsicología y de la Cibernética, y de su teorización, manejo y experiencia de la Psicología Clínica, que eran incomparables. Pero no solo eso; el Dr. Malgrat, es el psicólogo que comprendía, sin exagerar, todos los campos de la Psicología: desde las ramas mencionadas, pasando por la Psicología Social hasta la Psicología del Arte.
Era el psicólogo ideal: un equilibrio mental casi perfecto, conocimiento profundo de todas las teorías psicológicas, teórico y práctico en su pensamiento y en su hacer, manejo e interpretación inigualable de la psicoterapia y de la Neuropsicología, y sobre todo su sabiduría y dechado ético. Además, siempre me enfatizó que el psicólogo debe ser culto; yo he tratado de serlo. Que el psicólogo debe leer de todo; me repetía siempre la frase del médico español José de Letamandi: “el psicólogo que solo Psicología sabe, ni Psicología sabe”. He seguido y tratado de aplicar esa sentencia dentro de mis posibilidades y circunstancias.